miércoles, 7 de marzo de 2012

Sputnik (II)

Pero quizás el personaje que más influyó en el futuro diseño de los cohetes soviéticos fue Igor Vasilyevich Kurchatov. Éste no era un ingeniero de cohetes, ni tiene nada que ver con este campo. Kurchatov era físico y fue el padre de la bomba atómica soviética. Junto a a Yuri Khariton, Yakov Zeldovich y Andrei Sakharov fue recluido en la ciudad de Sarov, que desapareció literalmente de los mapas civiles y apareció en los militares como Arzamas-75. Una muestra de la obsesión soviética por el secreto: Ese 75 eran los kilómetros que separaban Sarov de la ciudad de Arzamas, por lo que alguien consideró que daba demasiada información. Así que rápidamente su nombre fue cambiado por Arzamas-16, considerado más seguro ya que ese guarismo no significa nada.

La presión a la que estaban sometidos estos científicos era enorme. Como muestra un botón: En una ocasión Beria se planto allí con un grupo de científicos, y tras las presenteciones Kurchatov preguntó:

-¿Van a trabajar con nosotros, camarada?
-No, son los que os van a sustituir cuando os fusilemos, si no tenéis la bomba antes de que acabe el año.

Y todos sabían que Beria no bromeaba...

¿Y como encaja este hombre en la historia? En 1942 Stalin se enteró, cortesía de su servicio de espionaje, de lo que estaban preparando los americanos en Los Alamos. Desconfiado como era, supuso que ese arma daría una gran ventaja estratégica a sus aliados después de la guerra y, sobre todo, que la podrían usar contra la Rodina. Así que reaccionó sacando el látigo y poniendo a trabajar en el asunto a sus mejores físicos. Pero sobre todo, infestando Los Alamos de espías.

Alan Nunn May, Klaus Fuchs, Theodore Hall y el matrimonio Rosenberg pasaron toda, pero toda, la información necesaria a los rusos para que un 29 de agosto de 1949 estallara en Semipalatinsk la primera bomba atómica soviética, copia exacta de la Fat Man que desintegró Nagasaki y bautizada por los rusos como Primer Rayo y por los yankis como Joe-1.

El siguiente paso cuando tienes una bomba atómica es crear una forma de transportarla a lo que quieres destruir. Los americanos resolvieron ese problema con sus bombarderos: Miles de ellos al acecho a pocos kilómetros de la frontera rusa. Stalin llegó a la conclusión que nunca podría crear una flota que diera respuesta a los mismos, así que se decidió por ordenar la construcción de un cohete que la llevara a Nueva York tan ricamente. Y puso a trabajar en ello inmediatamente a todos los residentes en Gorodomlya.

Korolev se frotaba las manos: La bomba pesaba cuatro toneladas, por lo que el cohete sería gigantesco, de una potencia inimaginable en 1949 y capaz de alcanzar la órbita terrestre...Y mucho más.

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