domingo, 26 de agosto de 2012

Un pequeño paso

martes, 14 de agosto de 2012

Ley de vida

En el instituto había dos clases de tíos: los frikis que leían a Tolkien y los fuckers que se dedicaban a las tías. Y luego estaba yo, que leía libros de ajedrez. Uno de ellos, quizás el que más me marcó, fue uno llamado "ajedrez de torneo" de David Bronstein. Con un estilo muy directo y fácil, el autor desentrañaba los misterios de las partidas jugadas en el torneo de candidatos de Zurich 1953. Las misteriosas jugadas de Smyslov, Keres, Averbakh, Kotov, Najdorf, Gueller, Euwe, Reshevsky y del propio Bronstein parecen sencillas y lógicas una vez el autor nos explica la idea de las mismas, el plan que están siguiendo.

Y es que el torneo fue impresionante, tanto por la calidad del juego como por el espíritu de lucha que mostraron todos los participantes. Me pareció admirable la determinación de los últimos clasificados y los tremendos esfuerzos que tuvieron que realizar los "buenos" para ganarlos, cosa que no siempre conseguían. Uno de los últimos clasificados fue el ex campeón del mundo Max Euwe, el tipo que le arrebató la corona a Alekhine. Que él fuera el penúltimo de quince participantes da una buena medida del nivel de ese torneo.

De hecho, la victoria de Euwe sobre Gueller es de las más conocidas del torneo. Pero la que más me gustó de todas al reproducirlas fue de un jugador yugoslavo al que hasta entonces apenas había prestado atención, embrujado por la tremenda mezcla de magia y efectividad de los soviéticos. En su partida contra Kotov, con negras, consiguió dominar todo el tablero tras sacrificar dos peones. La partida terminó en tablas tras unos impresionantes malabarismos defensivos del ruso, pero la citada determinación de un jugador que se sabía peor que Kotov y que aún así salió a ganarle me resultó admirable. A partir de entonces empecé a prestar atención a este jugador, y a anotar en mi libreta -sí, porque tenía una libreta donde anotaba las partidas que me molaban. Problem?- cualquier partida suya que cayera en mis manos.

Este jugador se llamaba Svetozar Gligoric y falleció ayer en Belgrado a los 89 años. Con victorias sobre Botwinnik, Smyslov, Fischer, Tal y sobre todo por ser la bestia negra de Tigran Petrosian la palabra leyenda se le queda corta.