domingo, 23 de diciembre de 2012

24 de diciembre de 1914

No hace falta conocer mucho sobre la psicología humana para comprender que hubieran preferido seguir en su pueblo, persiguiendo a las típicas mozas para terminar dándose un revolcón sobre el heno de un pajar cualquiera antes que ser reclutados a la fuerza, deshumanizados tras un duro entrenamiento militar, y terminar enterrados en unas trincheras que ahora era su hogar, muy lejos del suyo real. Un hogar frío y siniestro donde las balas, las granadas, las enfermedades, y sobre todo la estupidez y miseria de sus comandantes que los enviaban a pecho descubierto contra nidos de ametralladoras "por cojones" hacía que murieran por miles de las formas más horrenda posible. Era el destino de cualquier chaval europeo que tuviera la mala suerte de cumplir 18 años en 1914.

Pero un hogar es un hogar, y en navidades un hogar se decora. Y eso se hacía en las trincheras alemanas, muy próximas a las inglesas. Tan próximas que los ingleses podían escuchar con total claridad como cantaban Stille Nacht, que es como se dice en alemán Noche de Paz, entre tiro y tiro y obús y obús. no se puede hacer la guerra cantando villancicos, así que en el lado inglés cesó el tiroteo y la artillería y los soldados también se pusieron a cantar. De repente el campo de batalla cambió el silvar de las balas y el estallido de los obuses por villancicos probablemente mal entonados.

Unos valientes se atrevieron a adentrarse en tierra de nadie para saludarse formalmente con sus "enemigos". Niños igual que ellos. Intercambiaron regalos, raciones, efectos personales. Se dieron la mano, se abrazaron. Bebieron juntos. Rieron. Lloraron. Retiraron los cadáveres de sus camaradas y les dieron sepultura allí mismo, sin importar el bando. Y cada vez más soldados les seguían. Aquello ya no era una batalla. Era una fiesta.




Las llamadas al orden de los oficiales no fueron escuchadas. Por una vez se cumplió eso tan bonito de "imagina que hay una guerra y no vamos nadie". Se organizaron partidos de fútbol y gracias a las cartas de los soldados a sus familiares sabemos de uno en el que los alemanes ganaron a los ingleses 3 a 2. El partido más documentado fue el que jugaron el día de navidad los soldados del 1º batallón de los Fusileros Reales de Gales contra el batallón 371 de infantería alemán. De nuevo la victoria fue para los germanos por 2 a 1. Este partido congregó a más de mil espectadores en tierra de nadie.

Todo el frente se paralizó. Para ponerlo en marcha tanto ingleses como alemanes enviaron una buena cantidad de tropas de la policia militar. Esta vez fueron los oficiales de ambos bandos, que sólo veían la guerra en los mapas, los que colaboraron gustosos. Pasaron un mal trago: la tregua de navidad fue tan generalizada que nada menos que hasta febrero no se recuperó la normalidad bélica, leáse que los gordos generales pudieron volver a jugar matando niños desde la comodidad de sus sillones. Los implicados eran enviados a batallones de castigo mientras la censura militar trataba de borrar este hecho de la historia.

El alto mando inglés y alemán llegaron a un acuerdo para que un fenómeno semejante no se repitiera jamás. Hasta el fin de la guerra el periodo navideño vería los peores bombardeos del conflicto, pero no sobre ningún objetivo real. Se bombardeaba la tierra de nadie, el espacio que separaba las trincheras de unos y otros, para evitar estos encuentros. Consiguieron su objetivo. La guerra continúo con normalidad hasta sumar 10 millones de muertos. Nada aprendido y nada ganado. Todo perdido.


Pero en la nochebuena de 1914, en las trincheras de Bélgica, apareció un espíritu más fuerte que la guerra. Las fronteras desaparecieron, y cuando todos se unieron decidieron no luchar. Como dijo el capitán Blackadder, interpretado por Rowan Atkinson, en el episodio final de la serie Blackadder Goes Forth "se avanzó más en una noche de paz que en dos años y medio de guerra".

martes, 4 de diciembre de 2012

Prva Liga 84/85


Primera jornada de la liga. Sibenka Sibenik-Cibona de Zagreb. Drazen Petrovic regresa a casa, a su antigua cancha, al equipo al que hizo campeón de liga. Bueno, casi. Sibenka 93 Cibona 120. Drazen Petrovic, 55 puntos. No tiene el menor empacho en mofarse de su antigua afición, celebrando cada canasta como si fuera un gol, levantando los brazos, saltando sin parar. Invasión de cancha al terminar el partido y el equipo de Zagreb saliendo por pies para evitar ser linchado. Esa sería la tónica en los partidos fuera de casa del Cibona.

Petrovic encajaba como anillo al dedo en el no-sistema de Novosel. Arropado por su hermano Alexander, que ya cuenta con dos títulos de liga, y un grupo de jugadores imprevisibles y geniales monopolizan toda la temporada. Con Cutura, Knego y Nakic completando el quinteto suman 19 victorias y 3 derrotas. Tras ellos, el Estrella Roja de Ranko Zeravica, que se ha rejuvenecido y la media de edad es un año inferior a la de la temporada pasada. Con Zoran Radovic y Stevan Karadzic subiendo el balón, Zufer Avdija e Ivo Petovic en las alas y Pedrag Bogosaljev de pívot tenían un quinteto capaz de ganar a cualquiera desplegando además un juego espectacular, complementados desde el banquillo por el polivalente Boban Jankovic, el cañonero Slobodan Nikolic y el cerebral Zoran Sretenovic.

El gran objetivo del Cibona era la Copa de Europa. Drazen Petrovic promedia en la liguilla previa (Cibona 7-3, incluyendo victorias contra el Real Madrid, Virtus, Roma, CSKA y Maccabi) 31,81 puntos por partido, celebrados con la habitual fanfarria, especialmente contra el Real Madrid, que hace que la prensa española brillen los adjetivos payaso, provocador, bufón. Cibona parece solo él, un genuino one-man-team. Pero nada más lejos de la realidad.

La final es, precisamente, contra el Real Madrid. La consigna es parar a Petrovic como sea. Y al principio se consigue, pero no sirve para nada. Porque cuando la tela de araña tejida por Lolo Sainz consigue dejar a Petrovic en 10 puntos, los tiros de siete metros de Alexander y Cutura y la efectividad de Knego y Nakic en el rebote ofensivo ponen a los lobos de Tuskanac por delante. Cuando el Madrid trata de cerrar la hemorragia generada por los supuestos secundarios, se acabó. Drazen sube hasta los 36 puntos. Novosel pide un tiempo muerto con todo decidido a falta de veinte segundos. La Cibona de Zagreb se convierte en el segundo equipo yugoslavo -el primero fue el Bosna de Sarajevo- en levantar la Copa de Europa.



Estrella Roja y Cibona repetirían final. El Estrella Roja dejó en el camino, al Buducnost de Pogdorica (un equipazo con Dusko Ivanovic, Zarko Paspalj y el futuro jugador del Pamesa Sasa Radunovic) , Zadar (ya tenía a Stojan Vrankovic) mientras que Cibona arrasó al Borac de Cacak y al Partizan (fue el año del debut de Alexander Djordjevic, además contaban con Danko Cvjeticanin).

Una final dura y tensa. Muy tensa. Cibona gana el primer partido en Zagreb 97 a 88. Los de Belgrado frenan a Petrovic (18 puntos) pero no pueden con el resto, y con Knego(24) y Nakic(19) dominan los tableros y se imponen con comodidad. En Belgrado, con los ultras desatados lanzando toda clase de objetos al banquillo croata, se llega a un final igualado. 90-89. Petrovic fuerza la falta...¡y falla los dos tiros libres! Jankovic no falla en el contraataque y pone el 92-89 a falta de veinte segundos. El balón va a Petrovic para el triple...¡y vuelve a fallar! Que el Estralla Roja fuera capaz de forzar el partido de desempate fue visto como una hazaña.

Aquí no hubo historia. Petrovic apretó el acelerador y con un juego marca de la casa desquició a los de Zeravica, que llegaron al descanso diecinueve puntos por debajo (67-48). La Cibona les había metido 67 puntos en 20 minutos. A pesar de todo, lo intentan y están cerca de conseguirlo, liderados por un Jankovic que juega a un nivel altísimo. Pero el show de los Petrovic les saca de quicio. En cada canasta no escatiman ninguna burla. Alexander sube el balón haciendo un bailecito y Karadzic le da una patada. Viendo que no pueden más, y creyéndose perjudicados por un arbitraje que le consiente todo a los Petrovic, amagan con retirarse. Finalmente no lo hacen y la sangre no llega -más- al río. Cibona gana 119-106 y se proclama campeón de liga.


Quedaba la copa. El rival, Jugoplastika de Split, penúltimo en la liga y salvado del descenso gracias a un triple sobre la bocina de Velimir Perasovic, lo que le permite superar por sólo un punto en basket average al Radnicki y mantener la categoría. Ningún problema. Cibona 104 Jugoplastika 83. Triplete. Y con una chulería que convertían a Slavnic y Kikanovic en ejemplos de fairplay. ¿Hay algún equipo que pueda frenarlos?

domingo, 25 de noviembre de 2012

Prva Liga 83/84

En la antigua Yugoslavia cumplir el servicio militar era un deber sagrado, y no se escapaba nadie, aunque se llamara Drazen Petrovic. Con el Mozart del baloncesto en un cuartel de Belgrado el subcampeón oficial y campeón oficioso del año anterior perdía a su principal argumento y no pudo repetir el éxito de la temporada anterior. El otro protagonista, el Bosna de Sarajevo, quedó cuarto con la principal baja de Radovanovic que viendo en el horizonte el final de su carrera fichó por el Stade Français de, como su nombre indica, la liga francesa, para así asegurarse la jubilación.

Los dos grandes dominadores de la liga fueron Cibona de Zagreb (16-6) y Estrella Roja de Belgrado (14-8). Tras ellos, con 13 victorias, Zadar, Bosna y Sibenka. Aunque la diferencia entre los dos primeros y el resto era mayor que esos números indicaban. En los play-offs el Cibona se  deshacía sin problemas del Radnicki y Bosna y Estrella Roja hacía lo propio con su eterno rival, Partizan, y Zadar.

La final enfrentaba a dos equipos, como diría el señor Miyagi, diferentes pero iguales. El equipo de Zagreb estaba en plena madurez con Alexander Petrovic, Mihovil Nakic, Andro Knego, Zoran Cutura y Sven Usic, que habían ganado la liga de 1982 arropando a Kresimir Cosic, con Mirko Novosel en el banquillo. Por contra, Estrella Roja era un equipo muy joven donde el llorado Slobodan Jankovic e Ivo Petovic (ambos con 19 años) eran ya titulares y estrellas acompañados por un grupo de jugadores que no superaba los 25 años de media: Zoran Radovic, Pedrag Bogosaljev y sobre todo Slobodan Nikolic, la referencia anotadora. Dirigidos por Ranko Zeravica, hasta su asistente era una joven promesa: Bozidar Maljkovic.

Ambos equipos no eran flor de un día y representaban años de trabajo por parte de sus respectivos entrenadores. No podía ser de otra manera, ambos fichaban jugadores muy jóvenes que tenían cualidades (o futuras cualidades) que sólo veían ellos. Pero lo que marcó definitivamente a ambos entrenadores fue entrar en contacto directo con el baloncesto universitario americano.

Es poco conocido que, desde los primeros sesenta hasta bien entrados los setenta, tanto la selección como los principales clubes realizaban cada primavera una extensa gira por los Estados Unidos donde se enfrentaban a las mejores universidades. Allí se encontraron con un baloncesto que estaba a años luz del europeo: Defensas asfixiantes, presión a toda pista que hacía que pasar del medio campo fuera una proeza, derrotas por más de 50 puntos. Aún así, fue muy positivo. Los entrenadores yugoslavos, entre ellos Zeravica, entraron en contacto con gente como John Wooden o Dean Smith, que les abrieron las puertas de par en par y nunca escondieron su simpatía por los yugoslavos.

Estos tardaron tres años en obtener una victoria. Pero no era eso lo importante. Lo importante fue lo que se trajeron de allí. En el caso de Zeravica, fue el run and gun: correr y tirar. Se convirtió en un dogma en sus equipos. Ranko fue a USA con todo un libro sobre táctica, movimientos, jugadas. La libertad organizada que predicaba Alexander Nikolic. Al volver, lo tiró a la basura y se centró, simplemente, en correr y tirar. Tan sencillo como suena. Un ataque de triángulo, balón al pívot, bloqueo, corte, pase y tiro. Todos siempre en movimiento. Y en defensa, justo lo que les había hecho sufrir en los USA: agresividad, buscando robos de balón y tiros incómodos del rival para poder salir al contraataque, el otro de sus dogmas de fe.

Ranko Zeravica, seleccionador de Yugoslavia en el Mundial de 1970 en Ljubljana. La victoria ante USA significó el primer campeonato del mundo para los plavi.

Pero para eso no valía cualquier jugador. El concepto correr y tirar exige jugadores muy buenos y completos, que sepan botar, pasar y -lógicamente- tirar muy bien. Fundamentos. Por eso Zeravica prefería jugadores jóvenes, libres de vicios, a los que podía enseñar sus ideas desde el principio. Entrenador autoritario y obsesivo hasta con los más pequeños detalles.

Mirko Novosel, entrenador del Cibona, representaba esa misma filosofía pero aún más extrema. Si Zeravica era run and gun, Novosel era gun and gun. Nada de sistemas, improvisación pura de los jugadores buscando el lanzamiento a canasta a la menor oportunidad. Este el dogma de fe de Novosel: el tiro. No era el clásico entrenador yugoslavo obsesionado con el juego, de hecho era de los que menos horas entrenaba, y seguramente el más permisivo con los "vicios", dentro y fuera de las canchas, de sus jugadores. Pero en el tiro era inflexible y sus entrenamientos consistían, precisamente, en tirar miles de veces.

Mirko Novosel. Fue ayudante de Zeravica en los juegos olímpicos de Moscú'80. Por supuesto, la medalla fue de oro.

La organización clásica de un equipo europeo en aquellos primeros ochenta era un base, dos aleros y dos pívots. La de un equipo yugoslavo clásico era -influencia de la gira- 100% americana: dos guards, dos forwards y un center. Novosel, siempre extremo, era capaz de jugar con tres guards, turnándose en la subida del balón, y dos aleros tiradores sin ningún problema, todos abiertos dejando espacio para el uno contra uno.

Estos fueron los dos equipos que chocaron en la final del curso 83/84. El premio no sólo era el título liguero: Drazen Petrovic sería el premio gordo para el ganador. La final, a tres partidos, se resolvió en el tercero con una canasta sobre la bocina de Mihovil Nakic (Cibona) sobre Slobodan Jankovic. Una canasta que valdrá mucho más que el título de liga.


miércoles, 21 de noviembre de 2012

La edad de oro (V)

José Luis encontró el ordenador que quería de pura casualidad, cuando ya había tirado la toalla, mientras esperaba un avión en Londres. Ojeando una revista vio un breve que le llamó la atención: Amstrad estaba preparando su propio ordenador. Para un español de a pie eso no significaba nada. Pero para uno que pasaba media vida en Londres, significaba mucho.

A finales de los setenta Amstrad se hizo famosa, y millonaria, descubriendo un filón que veinte años más tarde hizo a China lo que es: la electrónica cutre de muy bajo coste. Fabricaban TVs, radiocassettes, amplificadores, pletinas de cassette, sintonizadores, todo con componentes de calidad nula, a base de  plástico malo que no se molestaban en disimular y fabricados la mano de obra más barata y peor cualificada posible. El producto resultante fue calificado como shit-fi, pero era baratísimo. Ningún competidor podía ofrecer productos a ese precio, lo que tuvo como consecuencia que se vendieran como churros. 

El perpetrador de estas aberraciones electrónicas se llamaba Alan Michael Sugar, una versión inglesa de Steve Jobs. Aunque, a diferencia del americano, era sincero y siempre presumió de no engañar a nadie. En una presentación definió su nueva gama de productos como "la mayor montaña de basura que había visto en mi vida" y añadió "¿Que esperan por ese precio?".

Naturalmente, no podía ser ajeno al boom de los ordenadores, un mercado en crecimiento que parecía no tener límites. Sin embargo, el low cost estaba ya muy bien cubierto. Nadie podía batir en ese campo a los Spectrum con sus teclas de goma que se borraban con el uso. Para destacar tenía que ofrecer algo que no ofreciera nadie, y como fabricante de equipos de alta fidelidad (bueno...) todo en uno (ampli, pletina, sintonizador, giradiscos, cajas...) decidió aplicar el mismo concepto a su ordenador: Vendría con monitor y cassette integrados y todo con una misma fuente de alimentación. Un sólo cable, vamos. En los Spectrum y Commodore todo iba por separado y se necesitaban tres tomas de alimentación y un cable de datos para poder jugar a La Pulga.

A José Luis le gustó el concepto, así que llamó a Londres para tratar de hacerse con los derechos para el mercado español. No le hicieron ni pastelero caso. En los setenta Alan Sugar había sido timado por un distribuidor y no quería saber nada de España. Estaba complicado, sí. Pero tenía un as en la manga. Bueno, dos. Un juego que había sido número uno en Inglaterra y otro, Fred*, que no llegó a tanto pero que había sido un éxito de ventas. Así que se ofreció a portarlos al nuevo ordenador. Amstrad necesitaba juegos para el lanzamiento, así que dijeron que sí, que vale, que le enviarían una máquina de desarrollo y luego hablarían.

Ese Amstrad CPC 464 de preproducción estuvo encendido durante dos meses, en los que Indescomp trabajó a dos turnos: durante el día se hacía la conversión de Fred, durante la noche la de La Pulga. Finalmente, tras un no parar, los juegos se terminaron a sólo quince días del lanzamiento oficial del Amstrad. Con las dos cintas en la maleta -bueno, en realidad se llevó media docena por cada juego, por si acaso- José Luis se embarcó a Londres con la intención de enseñar a Alan Sugar lo que su empresa era capaz de hacer.

Pero Sugar no recibía a nadie. Quién le recibió fue Bob Watkins, el responsable de software de Amstrad. Ahí se la jugó: no había venido para ver a un empleado, había venido para ver al jefe, y sólo le enseñaría los juegos a Sugar o de lo contrario se volvería a Madrid. Pero el señor Sugar está muy ocupado. Y yo también, y aquí estoy.

El tal Watkins estaba acojonado. Eran dos juegos demasiado jugosos para perderlos, y probablemente su jefe le cortaría lo que tenía ahora por corbata sí así sucedía. Pero el español no daba su brazo a torcer. No quedaba más remedio que ir a ver al Gran Hombre.

El Gran Hombre estaba en su casa, y allí se presentaron. No era la mansión de lujo que esperaba José Luis. Un edificio estropeado de un barrio obrero. De la puerta salió un energúmeno gritando en mangas de camisa, despeinado y mal afeitado. Watkins inclinó la cabeza e hizo las presentaciones. José Luis no se podía creer que ese tipejo maleducado que no le dio la mano era Sugar. Pero no hubo tiempo para más. Entre fucks y shits entraron a la casa para una demostración.

Hizo bien en traerse tanta cinta, porque la ley de Murphy se cumplió y no había forma de cargar los juegos. Sugar guardaba silencio. Cuando finalmente cargaron Sugar seguía en silencio. Y tras hacer dar a la pulga unos cuantos saltos, Sugar dijo yes. Y le dijo que se fuera, que podía acordar los royalties de los juegos con Watkins, el de la cara blanca.

No quiero royalties, dijo José Luis. Le regalo los juegos. Lo único que quiero es su palabra de honor de que me tendrá en cuenta si decide introducirse en el mercado español. Hemos trabajado dos meses sin parar con su ordenador y sabemos que es un producto excelente, que triunfará sin problemas en cualquier mercado.

Por primera vez fue Sugar el que se quedó fuera de juego. No era alguien que se tomara grandes periodos de tiempo para meditar las cosas, así que simplemente dijo:

-Vamos a la oficina.

Y fueron a la oficina. La oficina era un edificio de cinco plantas, también sucio y desarreglado. Fueron a la última planta, a su despacho. Pero no había despacho. Tampoco paredes. En el centro de todo había una tarima muy alta y encima de ella una mesa de madera con dos sillas sucias. En una se sentó Sugar y en la otra José Luis. Todos trabajaban a su vista. Desde aquella tarima veía al director de marketing, al director técnico, a todos los ejecutivos de la empresa. Desde esa tarima controlaba a todos sus trabajadores. Desde esa tarima Sugar era como un dios vigilante y justiciero. Un dios irascible que gritaba mucho.

Ahora el que quedó fuera de juego era José Luis. Sugar le preguntó:

-¿Cuantos ordenadores quiere para el año que viene?

Bueno, a eso había venido, aunque no lo esperó de esa forma ni mucho menos tan pronto. Y era un problema. Si pedía una cantidad pequeña Sugar le echaría a patadas de allí, y si pedía una grande quizás no podría pagarla.

-500 ordenadores

Fue la primera vez que vio a Sugar reírse.

-Te doy la exclusiva durante tres meses, pero me tienes que hacer un pedido en firme de 500 unidades ya. Y también tienes que pagarme ya.

500 ordenadores por 40.000 pesetas de la época no era tan mal negocio, pero excedía de lo que llevaba José Luis en ese momento en la cartera. Pidió un teléfono para hablar con su viejo socio, El Corte Ingles, y le dijeron que sí, que contara con el pedido en firme. Con ese pedido pudo abrir una línea de crédito con la que pagar a Sugar. Y tras el pago, los primeros Amstrad CPC 464 se pusieron a la venta acompañados de dos juegos: Roland** in the Caves -la pulga- y Roland on the Ropes -Fred-. Y se venderían hasta pasar el millón de unidades.

* Fred fue el segundo juego de Indescomp, programado por un equipo que luego se establecería por su cuenta bajo el sello Made in Spain. Un explorador a lo Indiana Jones que tenía que escapar de una pirámide. La gracia particular del juego estaba en que los laberintos, concretamente seis, se generaban aleatoriamente, y también era aleatoria la posición de las trampas y de los enemigos.

¡Vamos Roland!

 
 ** Roland intentó ser la mascota de Amstrad, algo así como Mario para Nintendo o Sonic para Sega. El concepto fracasó porque Roland en un juego era una pulga, en otro un explorador, en otro un viajero temporal, en otro un astronauta.

martes, 20 de noviembre de 2012

Que el mundo sea libre

"El bien apodado 'Free' es un jugador-callejero-pistolero, artista y showman, que lanza tiros estratosféricos que parecen retratos cuando entran o ladrillos cuando no encuentran su destino. Más que ningún otro jugador de la NBA, 'World Be Free' representa la nueva motivación urbana de los años setenta, un espíritu que no reconoce ninguna autoridad más que la de su propio apetito y al que sólo le preocupa su gratificación personal."



La edad de oro (IV)

Una vocación es una vocación, y José Luis tenía una: vender. Pero no cursos ni videojuegos, sino objetos físicos. Así que aprovechando que el negocio iba viento en popa y que los ordenadores estaban de moda decidió retomar -y de paso, plantear la revancha- su proyecto de vender ordenadores. El problema es que todos los grandes tenían su distribuidor y todos se vendían como rosquillas: Sinclair, Apple, Commodore. Así que tenía que buscarse algo nuevo.

No era un problema excesivo ya que habían más fabricantes que botellines, y todos esperaban tener suerte e imponer su plataforma, sobre todo en Estados Unidos y Asia. Allí fue donde se fijó José Luis, ya que pensó que no sería mala idea traer algo exótico. Y en ese afán se puso a recorrer el mundo. En un feria en Hong Kong encontró lo que buscaba: Nada menos que el Spectravision Spectravideo. Este rimbombante nombre escondía en sus entrañas una vieja consola llamada ColecoVision, vieja pero con un amplio catálogo de juegos, incluyendo uno donde un gorila lanzaba barriles a una especie de fontanero para impedir que rescatara a su amada.


A José Luis el juego en cuestión le pareció una memez, pero no importaba. Lo que importaba era eso del amplio catálogo de juegos. Eso era lo que buscaba ya que, como aprendió por las malas, era lo que hacía que un ordenador se vendiera. Así que volvió de Asia con el Spectravideo de marras, que vendió en exclusiva en El Corte Inglés.

Sin embargo, Spectravision era un fabricante muy pequeño que no conseguía vender en su mercado, el americano, porque puestos a jugar los compradores preferían la consola original. Esto provocó que el volumen de producción fuera pequeño, lo que aumentó el precio de la máquina y aún más en el mercado español. Luego estaba el tema de los juegos: había que traerlos desde USA y Japón, lo que con aranceles y demás problemas burocráticos los hacía más caros que los que traía de Gran Bretaña y no era competitivos.

Pese a todo, las pocas unidades que trajo se acabaron vendiendo. En los primeros ochenta los ordenadores estaban de moda y todos, absolutamente todos, se vendía. Sí, con el tiempo la burbuja estallaría, y José Luis ya tenía esa intuición. Así que no pidió más unidades a Spectravision para España: no quería un ordenador que se vendiera sólo porque comprar ordenadores estaba de moda. No era una base sólida y sólo podía traer la ruina.

martes, 13 de noviembre de 2012

La edad de oro (III)

Para José Luis era como tener delante a dos marcianos. Los dos, altos, enjutos, barbudos, con gafas de culo de vaso, se llamaban Paco: uno Suárez y el otro Portalo. Hablaban un idioma incomprensible para él, y necesitaba de un ingeniero que le hiciera de intérprete. La pareja marciana se había conocido estudiando física en la Universidad de Extremadura, aunque ambos habían dejado la carrera por diferentes motivos. El tal Suárez para hacerse ilustrador. El tal Portalo porque fue cateado y se desanimó. Curiosamente, fue ese disgusto lo que les había llevado hasta ahí.

Ambos aprendieron a programar literalmente sobre el papel. Ambos aprendieron basic sin ordenador, escribiendo con lápiz y papel sus programas e "interpretarlos" en su cabeza, a lo Turing. Hasta la llegada del ZX81, ambos vivieron la frustración de no poder acceder a una máquina con la que trabajar, que compraron entre los dos y el hermano pequeño de Suárez. Sobre ese ZX81 Portalo escribió su proyecto final de carrera: una simulación de las leyes físicas que rigen el movimiento planetario. El proyecto fue rechazado por tratarse de un programa informático. La vida.

Fue Suárez, "jugando" con el programita de Portalo, el que vio un juego ahí. Las parábolas, por la razón que sea, le hacían gracia. Y se le ocurrió un juego donde el protagonista iría describiendo parábolas para esquivar obstáculos. Portalo, sin nada mejor que hacer, se puso a programarlo. Suárez se encargó de la parte gráfica. El resultado fue La Pulga. Sólo tenía dos controles: con la tecla 0 la pulga saltaba hacía la derecha, con el 1 hacía la izquierda. Según el tiempo que se mantuviera la tecla presionada saltaba más o menos, todo obedeciendo las leyes de Newton. Habían programado lo que hoy se llama, quizás con demasiada fanfarria, un motor físico.

El virtuosismo artístico de Paco Suárez (que en el futuro haría las portadas de los discos de Camarón) quedó deslucido por las limitaciones del ZX81: 1 Kb de RAM, ausencia de color y de modo gráfico. Como se puede observar 'la pulga' en cuestión es un asterísco.

Los ingenieros le dijeron a José Luis que nunca habían visto un juego como ese. Ya en ese época todos se copiaban entre todos igual que ahora, y los juegos tipo galaxian (los marcianitos) o pong (el tenis con pelota cuadrada) con mínimas variaciones eran tan comunes como los shooters de hoy. Pero lo que finalmente convenció a José Luis fue que le dijeron que ese juego no tenían nada que envidiarle a ningún juego programado por ingleses, e incluso le insinuaron que con él podían probar a entrar en aquel mercado. Pero no sería con el ZX81. El nuevo invento de Sinclair se llamaba ZX Spectrum, tenía 16 (16!) kb de memoria RAM y una paleta de ocho colores (¡color!). Era la plataforma de un futuro que era el día siguiente. José Luis les preguntó si serían capaces no sólo de programar el juego para la nueva máquina, sino de aprovechar sus nuevas características. La respuesta sí la entendió. Fue un sí.


Versión Spectrum 16kb, más bonita de ver. Hay que decir que el nivel de dificultad, comparado con los estándares de hoy, era demencial. Pero en aquella época, al contrario que hoy, el término jugabilidad era sinónimo de dificultad.

Cuando se puso a la venta en noviembre de 1983 el primer videojuego comercial desarrollado en España acababa de dar su primer paso, o mejor dicho, salto.

En ese frío -supongo- noviembre de 1983 La Pulga se puso a la venta en Gran Bretaña, con el nombre de Bugaboo -significa algo así como bicho raro- y bajo el sello de Quicksilva en plan te devuelvo el favor, ya que fue la primera compañía inglesa que trajo Indescomp a España. A los de Quicksilva les gustaba el juego, aunque ya habían advertido que la competencia era muy dura, que no esperaran grandes ventas y que la crítica, es decir las revistas, podía ser hostil a un juego de procedencia foránea.

De hecho, las primeras críticas fueron frías. En la revista Home Computing Weekly se podía leer:

"Quizás ayudar a escapar a una pulga de un hoyo no sea tu idea de diversión, pero esto es lo que se te pide en este juego"

Sin embargo, la cosa fue mejorando a partir de diciembre. En vísperas de navidad ZX Computer dice que es "el juego más adictivo del año" y le casca 4 estrellas sobre 5. En enero Your Computer lo situa en el top 20 de juegos de 1983. Crash es la más entusiasta, le da un 92% de valoración y lo situa en el número dos de su lista -el uno en todas las listas, por si te lo preguntas, fue el Ant Attack-. Las ventas se disparan y en febrero de 1984 es el juego más vendido en Inglaterra y Quicksilva pide más juegos nativos a Indescomp. Lo tenían y se lo mandaron inmediatamente: Fred, y fue otro éxito...pero que contaremos más adelante.

Según RetroGamer la acogida tardía del juego se debió a "su inusual naturaleza y la esotérica mezcla de simplicidad y dificultad extrema que obliga a jugarlo durante un tiempo para apreciar sus matices". Toma ya. 

Ant Attack, juego en 3d -3d de época- tatarabuelo del Fallout.

¿Y en España? Curiosamente en aquellos tiempos pasó desapercibido. Aunque no por mucho tiempo.


La edad de oro (II)

La principal razón por la que José Luis tenía tanta fe en su proyecto fue por una escena que vio en un mercadillo londinense. Un chaval sentado delante de un ZX80, un televisor en blanco y negro mirando al público. Un padre detrás con un caja con cien cintas de audio de toda la vida. El chaval se pone a jugar delante de todo el mundo a un juego que él mismo ha programado. José Luis no entiende un pito, algo de un muñequito saltando de plataforma en plataforma. En apenas tres horas vendieron las cien copias.

Los primeros ZX81 que llegaron a España lo hicieron vía Investrónica, como hemos dicho antes, y se vendieron a través de El Corte Inglés. Con ellos llegaron unas pocas unidades del modelo anterior. Fue realmente una revolución, ya que fue el primer ordenador que podía comprar una familia de clase media sin arruinarse. Pero sus compradores se enfrentaban al problema de la ausencia, que no escasez, de software que correr en esas máquinas. Esto limitó mucho sus ventas, porque el único público que tenía era el del chaval pesado que quería una máquina para aprender a programar (juegos). Desde luego no había juegos que comprar, y las publicaciones eran (todavía) muy escasas. El resultado fue que las ventas no llegaron al nivel que El Corte Inglés esperaba.

José Luis conocía bien el problema, era -a otra escala, desde luego- lo mismo que le pasó con el Acorn Atom. Así que volvió a Londres y llegó a acuerdos con Artic, Bug Byte y Quicksilva para traer sus juegos a España. Al regreso  se presentó en las oficinas de El Corte Inglés con un amplio catálogo de juegos que le compraron no sin recelo y tras dudar mucho. Pero el recelo y las dudas se terminaron cuando las ventas del ZX81 se dispararon. Y con ellas, los juegos desaparecían de las estanterías.

Exitazo, pero podía ser aún mejor. Traído directamente de Inglaterra naturalmente la documentación y el propio juego estaban en la lengua de Shakespeare, lo que podía ser un obstáculo para el futuro. Así que El Corte Inglés le preguntó a José Luis si era posible traducirlos. La ocasión la pintan calva, y bajo el paraguas de los pedidos sin fin que le hacía esos tan repetidos grandes almacenes fundó su propia empresa: Investigación y Desarrollo de Computadoras. Muy largo. Indescomp suena más chic y moderno.

Y llegaron pedidos y pedidos. Y después más pedidos. Los dos programadores que contrató inicialmente quedaron desbordados. Hacían falta más para navegar entre los ceros y unos de los juegos para traducir los textos. Así que público un anuncio en la prensa para reclutar sangre nueva y que la gallina de los huevos de oro no dejara de poner.

Como respuesta a este anuncio les llegó una cinta remitida desde Badajoz. Tras el load "" y la espera, los ingenieros se quedaron alucinados con el juego que acababan de recibir. José Luis no entendió nada cuando se lo enseñaron.


domingo, 11 de noviembre de 2012

La edad de oro (I)

José Luis Domínguez no era una persona que llamara la atención excesivamente. Barbudo, con cierto sobrepeso, voz muy grave, siempre trajeado debido a su trabajo de vendedor puerta a puerta. En aquellos primeros 80 no existían llamadas pesadas a la hora de la siesta para venderte lo último en interné, como ahora, no: el vendedor venía directamente a tu casa. Y te vendía de todo: desde las clásicas enciclopedias hasta seguros de vida, pasando por un cursos de idiomas.

Precisamente era un curso de inglés lo que más vendía José Luis, y para darle mayor fuerza se le ocurrió una idea peregrina: darle interactividad al curso utilizando el televisor, donde saldrían letras, frases en plan test o similar. José Luis tenía la idea. Pero no sabía si técnicamente era posible, así queni corto ni perezoso se personó en la Escuela de Ingenieros de Telecomunicaciones. Le dijeron que en Inglaterra había un ordenador de bajo precio que podía hacerlo, llamado Sinclair ZX80, pero que no se distribuía en España. Las demás opciones salían muy caras.

Esto es un ZX80. Tenía un procesador de 8 bits (el Zilog Z80) funcionando a 3 Mhz y 1 Kb (sí, 1024 bytes) de memoria RAM.


José Luis vio negoció ahí. Un ordenador personal asequible era una novedad absoluta en España, y se podía forrar si se hacía con la distribución del invento. Así que se olvidó de sus cursos de inglés, y sin pensárselo dos veces se plantó en Inglaterra con un interpréte argentino, ya que como era de esperar nuestro héroe no hablaba ni papa de inglés, con el objetivo de convencer a Sir Clive Sinclair, padre de la criatura, de lo fructífero que sería desembarcar en el virgen mercado español.

Sir Clive Sinclair era un hombre delgado, de barba cuidada y recortada que calzaba unas enorme gafas modelo Rappel y que no quiso saber nada del tal José Luis, o mejor dicho de su intérprete, que llamaba todos los días a su oficina para tratar de concertar una cita. Nunca se la dio, además ya había llegado a un trato con Investrónica, una extraña empresa que era proveedor del ejército español, para entrar en España con su último invento: el ZX81.




Pero José Luis no iba a volver de su aventura con las manos vacías. Acudió a la competencia de Sinclair, Acorn(*) y compró  50 unidades de su último módelo, el Atom. Con ellas volvió a España y montó una tienda, pero no vendió ni una sola unidad. El Acorn Atom de José Luis Domínguez fracasó porque era imposible adquirir en España ningún programa para esta plataforma. Sencillamente, no servían para nada, sólo para programar.  Y nadie de a pie sabía programar.

Un Atom de los de antes...


Tuvo que cerrar la tienda, pero inasequible al desaliento realizó una lista con nombres y direcciones de ingenieros e investigadores de todo tipo, se plantó en sus casas y les ofreció la máquina como "una revolucionaria supercalculadora científica programable" a precio muy bajo, y vendió las cincuenta. Perdió dinero con el negocio, pero aprendió a las malas una importante lección: ningún ordenador triunfará sin tener una buena biblioteca de software detrás.

Entonces, se dijo, seré yo el que haga ese software.

* La CPU de tu móvil está diseñada por esta gente. Aunque ahora la empresa se llama ARM.


domingo, 26 de agosto de 2012

Un pequeño paso

martes, 14 de agosto de 2012

Ley de vida

En el instituto había dos clases de tíos: los frikis que leían a Tolkien y los fuckers que se dedicaban a las tías. Y luego estaba yo, que leía libros de ajedrez. Uno de ellos, quizás el que más me marcó, fue uno llamado "ajedrez de torneo" de David Bronstein. Con un estilo muy directo y fácil, el autor desentrañaba los misterios de las partidas jugadas en el torneo de candidatos de Zurich 1953. Las misteriosas jugadas de Smyslov, Keres, Averbakh, Kotov, Najdorf, Gueller, Euwe, Reshevsky y del propio Bronstein parecen sencillas y lógicas una vez el autor nos explica la idea de las mismas, el plan que están siguiendo.

Y es que el torneo fue impresionante, tanto por la calidad del juego como por el espíritu de lucha que mostraron todos los participantes. Me pareció admirable la determinación de los últimos clasificados y los tremendos esfuerzos que tuvieron que realizar los "buenos" para ganarlos, cosa que no siempre conseguían. Uno de los últimos clasificados fue el ex campeón del mundo Max Euwe, el tipo que le arrebató la corona a Alekhine. Que él fuera el penúltimo de quince participantes da una buena medida del nivel de ese torneo.

De hecho, la victoria de Euwe sobre Gueller es de las más conocidas del torneo. Pero la que más me gustó de todas al reproducirlas fue de un jugador yugoslavo al que hasta entonces apenas había prestado atención, embrujado por la tremenda mezcla de magia y efectividad de los soviéticos. En su partida contra Kotov, con negras, consiguió dominar todo el tablero tras sacrificar dos peones. La partida terminó en tablas tras unos impresionantes malabarismos defensivos del ruso, pero la citada determinación de un jugador que se sabía peor que Kotov y que aún así salió a ganarle me resultó admirable. A partir de entonces empecé a prestar atención a este jugador, y a anotar en mi libreta -sí, porque tenía una libreta donde anotaba las partidas que me molaban. Problem?- cualquier partida suya que cayera en mis manos.

Este jugador se llamaba Svetozar Gligoric y falleció ayer en Belgrado a los 89 años. Con victorias sobre Botwinnik, Smyslov, Fischer, Tal y sobre todo por ser la bestia negra de Tigran Petrosian la palabra leyenda se le queda corta.

martes, 24 de julio de 2012

Las Dos Preguntas

De repente, alzó la vista y lo vio. Arriba, en el techo, tenemos a un ser boca abajo, sujetado por sus patitas, quieto, como si nada fuera con él. Abajo, en el suelo, tenemos a un ser humano adulto de sexo masculino paralizado, sin saber que hacer ni como reaccionar. El problema, desde luego, no podía ser ignorado. El ser humano no podía seguir con las tareas que desarrollaba en la habitación, las que fueran, sabiendo que el ser estaba en el techo.

El humano decidió que el ser debía ser eliminado. Aunque no representaba, desde luego, una amenaza directa contra la vida del humano, su presencia le horrorizaba y condicionaba su existencia. Pero no estaba a su alcance directo, no podía matarlo de un zapatillazo. Pensó en una escoba. Una escoba podría alcanzarlo. Pero entonces se hizo La Pregunta, La Pregunta cuya respuesta afirmativa significaba el terror absoluto ¿y si vuela?

Iría a la guerra química: insecticida. Aunque aquello significara fumigar la habitación y parte del pasillo, no importaba. La muerte del ser era prioridad número uno en este momento preciso. El humano, tan adaptable y con millones de años de evolución detrás, perfectamente podía soportar una noche en el sofá.

Comprobó con horror al abrir el armario que había que ser más previsor a la hora de hacer la compra. La falta de insecticida provocó varios exabruptos y maldiciones, pero el humano no se rendiría. Lucharía por lo que es suyo: su habitación.

El ser seguía allí, en el techo. No se había movido en ningún momento, totalmente ajeno a los planes para eliminarlo que estaba maquinando el ser humano adulto de sexo masculino que tenía delante mirándolo. Se desperezó moviendo las antenas y se movió unos pasitos hacia la ventana, lo que provocó un salto hacia atrás del ser humano que, escoba en mano, trataba de luchar contra La Pregunta para reunir el valor que le permitiera dar una estocada mortal o, al menos, una lo bastante potente como para bajarlo del techo y aplastarlo de un pisotón.

El ser respondió La Pregunta afirmativamente, provocando el pánico en el ser humano adulto que, gritando como una niña, tiró la escoba al suelo y salió corriendo de la habitación. El pánico se convirtió en pavor cuando comprobó que el ser había sido más rápido que él al cerrar la puerta y le había seguido hasta el pasillo.

El ser humano adulto, corriendo y jadeando, volvió a la habitación e hizo lo único racional que podía hacer en esa situación: meterse en la cama y taparse hasta la cabeza. Cuando se destapó ligeramente para ver lo que estaba pasando, el ser estaba dando saltos de una pared a otra. De repente, el ser decidió que en esa habitación no había nada de interés y se marchó por la ventana.

El ser humano, dando un grito de júbilo, cerró la ventana a toda prisa y, aliviado, se tumbó en la cama destapado. Sintió como su respiración se relentizaba, su pulso descendía, sus músculos se relajaban. Y al poco, sintió calor. Mucho calor. No era agosto el mejor mes para dormir con la ventana cerrada. Enfrentado a su nueva problemática, el ser humano se dirigió al comedor donde tenía un viejo ventilador. Abrir de nuevo la ventana significaba enfrentarse a La Otra Pregunta: ¿y si vuelve?

Los plomos saltaron tras el chispazo que provocó darle al botón de encendido. Un olor a cobre, o lo que sea, quemado inundó la habitación. Hacía mucha calor. Olía mal. La Otra Pregunta.

Cerró la habitación y durmió en el sofá el resto del verano.

domingo, 8 de julio de 2012

Prva Liga 82/83

Nadie contaba con ellos. El año anterior no habían superado el 50% de victorias. Siempre había sido un equipo de media tabla para abajo que luchaba por mantener la categoría, exceptuando algún año bueno donde llegaron a clasificarse para la copa Korac. Pero nadie contaba con que terminaran la liga regular líderes con 16 victorias y 6 derrotas. Líderas de la Prva Liga (primera liga) por delante de Partizan, Bosna, Estrella Roja, Cibona. Conjuntos que inmediatamente empezaron una puja por hacerse con los servicios de los jugadores del modesto Sibenka Sibenik.

El principal elemento del equipo era un chaval de 18 años con pelo a lo afro que celebraba cada canasta como si fuera un gol, adorado por su público pero que ya empezaba a ser odiado por el respetable de los rivales, llamado Drazen Petrovic, que ya ejercía de líder indiscutible y principal aglutinador del juego del  equipo. Su anotador, su alma, su todo. A su lado un grupo de jugadores jóvenes pero bastante mayores que él que le obedecían sin rechistar: Srecko Jaric, Pedrag Saric, Branko Makurac, dirigidos desde la banda por el montenegrino Vlado Djurovic, un entrenador-milagro que convertiría más equipos modestos en campeones.

Con la ventaja de campo en todo el play off, primero eliminarían en cuartos a la Jugoplastika de Split, y en semifinales al todopoderoso Estrella Roja de Belgrado. Las dos eliminatorias las pasaron por la mínima y de forma incierta, consecuencia de la extrema igualdad de la liga -en los setenta, nada menos que siete equipos distintos habían ganado al menos un título-. En la final le esperaba el entonces único equipo yugoslavo que había ganado la Copa de Europa: el Bosna de Sarajevo. Aunque mantenía el bloque que le hizo campeón, sobre todo el pívot de 2,08 Rarko Radovanovic y el alero anotador Zarko Varajic contaba con dos bajas importantes: El genial base Mirza Delibasic y Svetislav Pesic, que se retiró ese año como jugador para empezar su carrera de entrenador. El resto del bloque lo componían veteranos como Sabit Hadzic y Pedrag Benacek y jóvenes como Mario Primorac y Borislav Vucevic. En resumen, un equipo experimentado, con una dura y eficaz defensa que conducía a contraataques demoledores culminados por Varajic y Radovanocic.

Con el factor cancha a favor del Sibenka, ambos equipos consiguieron ganar en su propia pista. El tercer y definitivo encuentro se encontraba el marcador 81-82 a favor del Bosna a falta de cinco segundos de concluir. Drazen Petrovic -40 puntos- asumió la responsabilidad y a falta de dos segundos se levanta en suspensión  a cinco metros de lador delante de Varajic. No encesta, pero todo el pabellón lo celebra: los árbitros pitan falta. Falta que no ha existido en opinión de Pesic, que se levanta del banquillo y como un rayo salta al centro de la pista a pedir explicaciones a los árbitros. Sólo consigue ser expulsado, a lo que sigue una monumental tangana donde varios espectadores saltan a la pista para linchar a Pesic, que se salva por piernas refugiándose en su vestuario. Finalmente, tras varias llamadas del Djurovic a la calma, el público vuelve a sus asientos y Drazen se dispone a lanzar sus dos tiros libres. Anota ambos y termina el partido. El Sibenka es campeón de liga.

Pero sólo lo fue por un día. Justo veinticuatro horas después la Federación Yugoslava de baloncesto decidión que Petrovic no había recibido ninguna falta y que había que repetir el encuentro en cancha neutral, concretamente en Novi Sad. Los de Sibenka, indignados por lo que consideraban -y lo era- el robo del siglo, no se presentaron. El Bosna Sarajevo se proclamó campeón de liga tras finalizar la rueda de calentamiento y Svetislav Pesic sumó su primer título como entrenador. No sería el último precisamente.

Así era la liga yugoslava de baloncesto. Intensa, polémica, visceral, pasional. Era un campeonato único en todo el mundo.

domingo, 1 de julio de 2012

20 años

La enfermera se encontró atónita al ver la cama vacía. No encontraba al paciente por ningún lado. Llamó a otra enfermera, y a otra, y a otra, para encontrarlo. Pero no aparecía. Así que informaron, que remedio, a su médico. Éste simplemente levantó el teléfono y envió una ambulancia a donde sabía con toda seguridad que estaba su paciente.

La ambulancia llegó al lugar donde el médico sabía con toda seguridad que estaba su paciente. Los enfermeros bajaron del vehículo y entraron en una sala llena de columnas. Se encontraron con una multitud ovacionando a un viejo que acababa de derrotar a Garry Kasparov, que se alejaba lentamente cabizbajo totalmente ignorado por los espectadores, en el torneo de ajedrez rápido de Moscú. Ninguno de los que aplaúdian, contemplaban al viejo admirado y le pedían autógrafos en el Club Central de Ajedrez de Moscú podían imaginar que Mikhail Tal, que así se llamaba el viejo, acaba de jugar su última partida de ajedrez y que en menos de un mes fallecería.

Mikhail Tal nació con un defecto físico. En su mano derecha tenía tres dedos en lugar de cinco, que utilizaba sobre todo para sostener su perenne cigarrillo. Cuando no fumaba esa mano era ocultada en un bolsillo o debajo de la mesa. Pese a tener dos dedos menos tocaba el piano con soltura y aprovechó esta habilidad para acercarse a la pianista Bella Davidovich y, según las malas lenguas, adornar la frente de su esposa con una cornamenta más.

Simpático, muy amigo de sus amigos, bromista, golfo, algo arrogante, mujeriego, fumador, bebedor, jugador -no sólo de ajedrez-, vividor, amante de la vida, de todo lo que le hacía daño. De salud muy endeble -de muy joven tuvieron que extirparle un riñón- y problemática, que con el tiempo le volvió adicto a la morfina. Dependiente. Ni siquiera se afeitaba él mismo. Nunco tuvo reloj -"¿un artefacto en mi muñeca haciendo tic tic como una bomba?"-, ni coche, ni siquiera una billetera. A lo largo de su vida perdió numerosos vuelos, pasaportes, documentos de todo tipo. Esas cuestiones no le importaban un pimiento. Para él lo primero era divertirse. Y beber vodka. Mucho vodka. Como dijo una vez Viktor Korchnoi, Mikhail Tal ahogó en vodka su talento.

 ¿Y cual era su talento?

Su talento era crear posiciones, citando a él mismo, donde dos y dos suman cinco. Era único creando complicaciones, entramados tácticos incontrolables. Posiciones locas donde dos caballos valen más que una dama. Eso que ahora se llama dinamismo. Entonces se llamaba, simplemente, Mikhail Tal.

"Para algunos, la brillantez ajedrecística es el triunfo de la lógica. Una partida excelente, en su opinión, es una maravillosa construcción clásica de proporciones impecables, en la que cada elemento, cada ladrillo, permanece en su sitio. Aunque, a menudo, también yo me he visto obligado a ganar partidas puramente posicionales, me siento más atraído por el triunfo de lo ilógico, lo irracional y lo absurdo: una lucha feroz tiene lugar en el tablero, sometida a alguna idea, una lucha por ejecutar los planes respectivos, pero el desenlace se produce por un pequeño peón, que no tiene nada que ver con el motivo principal del drama. Por expresarlo en lenguaje matemático, en ajedrez prefiero el lado de un triángulo rectángulo que resulta ser más largo que la hipotenusa." 
 
 Su ascenso fue tan meteórico que las reglas federativas tuvieron que adaptarse a él. Nadie se lo creía cuando ganó el campeonato de la URSS en 1956, con sólo 20 años. No había jugado todavía torneos internacionales, pero el nivel del campeonato de la URSS estaba a años luz de distancia de cualquier otro, así que deprisa y corriendo hubo que organizar una sesión extraordinaria para darle el título de Gran Maestro. No todos estaban de acuerdo. Todas sus víctimas tenían la partida ganada, pero la perdieron por "mala suerte". Todos mostraron, en los análisis posteriores, como ganaban las partidas. Pero ni uno sólo encontró las jugadas sobre el tablero.

Cuando al año siguiente volvió a ganar. Y volvería a ganar cuatro veces más, hasta seis. Y ganó el torneo de candidatos en 1959, lo que le daba derecho a jugar por el campeonato del mundo contra Mikhail Botwinnik. Este, un apóstol de la lógica, acaba perdiendo los nervios ante el irracional, en apariencia, juego de Tal. Y también pierde el título. Mikhail Tal es Campeón del Mundo.

Su preparador, el gran Alexander Koblenz, le advirtió que Botwinnik cambiaría su forma de jugar para adaptarse a la suya, y que en consecuencia debía prepararse para ello. Jamás, respondió Tal. En el match de revancha Botwinnik no da opción y recupera su corona. Fue el campeón del mundo más joven -hasta Kasparov- y el que menos tiempo retuvo la corona. Pero eso no le importaba tampoco. No era por eso por lo que jugaba.

Porque Mikhail Tal jugaba al ajedrez, simplemente, por el ajedrez. Era un fanático, pero no del tipo de Alekhine, estudioso, teórico, analista. Era un jugador compulsivo de ajedrez y sólo le interesaba jugar. Lo mismo le daba jugar un campeonato del mundo que contra unos aficionados en un parque. Y aunque no volvió a disputar un campeonato del mundo, siguió estando entre los mejores hasta su muerte.

Tigran Petrosian, el campeón del mundo que tomó el relevo a Botwinnik y con el que Tal mantuvo duras batallas no ocultaba su admiración.  

"Un genio del ajedrez es alguien adelantado a su tiempo, pero esto sólo puede verse luego, mirando atrás. Desde este punto de vista, pocos pueden ser calificados de genios. Morphy, Steinitz... También Tal. El gran maestro de Riga introdujo en el ajedrez algo que no fue plenamente entendido por sus contemporáneos. Lamentablemente, hemos tenido demasiado pronto la oportunidad de mirar atrás con admiración, de contemplar el extraordinario juego de Tal en su plenitud."

Mikhail Nejemievich Tal murió hace ahora 20 años en ese mismo hospital de Moscú del que se escapaba para jugar al ajedrez.


La última partida de Tal
El hipnotizador...
Cuando no podía escaparse para jugar, el ajedrez venía a jugar con él. En este caso, Curaçao 1962, traído por el mismísimo Bobby Fischer (por cierto, 4-2 para Tal)
 


martes, 26 de junio de 2012

Cine aleatorio

"Nadie les recuerda. Y nunca, ninguna calle miserable, de ningún pueblo miserable, de ninguna mierda de país llevará su nombre." Soldados de Salamina.






Gran parte de la magia de Local Hero se debe a la banda sonora que compuso Mark Knopfler, que captó y reforzó la atmósfera y el espíritu de la pelícual. Es imposible separar a los habitantes del pueblo de Ferness, excéntricos y entrañables, de la canción Going Home que se convirtió en tema obligado en los conciertos de Dire Straits.





Es difícil elegir una película, una escena, un momento de entre todas las películas, escenas memorables y momentos mágicos que nos ha regalado Clint Eastwood. Por eso voy a pasar esa responsabilidad al grupo mallorquín Antònia Font.



Siempre tenemos las películas de superación, donde un héroe empezando de la nada a base de esfuerzo consigue su objetivo, ya sea la chica, el campeonato del mundo de boxeo o ambas cosas. Y luego tenemos las películas de fracasados que fracasan. The Commitments es una de ellas; la historia de un grupo de soul irlandés que no llega a ninguna parte. En el camino interpretan joyas como este Try a Little Tenderness que en su día formó parte del repertorio de monstruos como Otis Redding, Aretha Franklin o Sam Cooke. Y no les quedó nada mal.



Espero que hayan pasado un día perfecto.

Gracias por sintonizar PepeMusic FM y no dejen de ver buen cine.




Viaje al infierno

"Dejad los que aquí entráis toda esperanza" rezaba en la puerta del infierno según Dante. AC/DC entró en su propio infierno dejando toda esperanza cuando Bon Scott murió ahogado por su propio vómito tras una noche de borrachera. Muchos dieron por acabados a AC/DC. Incluso ellos mismos pensaron en dejarlo. Excepto Angus, claro, que fue el que más insistió en seguir y en buscar a un nuevo cantante. Lo encontraron. Y volvieron de negro. Y de negro entraron al infierno en busca de Beatriz.




Ningún viaje al infierno puede realizarse sin un guía. Dante tuvo como guía a Virgilio en esa travesía; nosotros tenemos a Bon Scott. Con Caronte ya jubilado, ahora se accede al infierno por una autopista.







Bon Scott nos ha llevado al segundo círculo y se ha ido detrás de unos matorrales con Helena de Troya, y nos ha dejado a merced de los vientos y las tormentas que nos arrastran sin rumbo...




Finalmente volvió, y acabamos en el séptimo círculo, perseguidos por Quirón y sus centauros que nos lanzan flechas y...


Finalmente, el nóveno círculo. Ni rastro de Beatriz, que citando al otro Quirón, estará follando con el diablo mientras suenan...


Pero no importa. Lo importante es el camino. Y caer, levantarse, insistir, volver a caer, volver a levantarse, seguir insitiendo. La vida.

En PepeMusicFM.

Pepe Music FM Returns!

Aunque no se lo crean este blog nació con vocación musical. De hecho, la intención original era hacer algo parecido a lo que estaba haciendo en facebook poniendo vídeos y contando historias por las que era invariablemente abucheado por el respetable, pero la vida me llevó por otro camino. Como aquí no hay respetable, ya que el sólo hecho de leerme le priva de esa condición, voy a iniciar una serie con la música que puse allí, no sea que un día se haga de pago. Que me lo han dicho en muro.

El día que Turing no superó el test de Turing.

El Test de Turing normal es muy conocido. Vamos, eso de que un tipo les pasa preguntas a un humano y un ordenador y descubrir, por sus respuestas, quién es el humano y quién es el ordenador. Si no consigue distinguirlos, el ordenador gana. Hasta ahora ninguna máquina ha pasado el test de Turing, y no se espera que lo haga hasta, como pronto, la tercera década de este siglo.

No, no es cosa fácil, y mucho menos en los años 50 cuando fue formulada. Pero con el nacimiento de los ordenadores estalló la fiebre de la inteligencia artificial, y no sólo en el campo de la conversación. Los programadores de la época se empeñaron en demostrar que una máquina podía hacer las cosas mejor que un humano, y para demostrarlo no pocos de ellos eligieron el ajedrez.

Los comienzos no fueron muy halagüeños. El primer intento real fue en Los Alamos, el lugar de nacimiento de la bomba atómica, que en el año 1956 albergaba un ordenador llamado Maniac I que de haber existido la lista Top500 de supercomputadores en la época habría ocupado fácilmente el primer lugar. Sin embargo, este maquinón estaba muy lejos de poder calcular con solvencia en una partida de ajedrez con las reglas estándar, así que diseñaron una variante más pequeña del ajedrez para que pudiera jugar. Un tablero de 6x6 casillas sin alfiles.

Este ser antediluviano jugó tres partidas contra humanos. La primera perdió rápidamente contra uno de los programadores. La segunda recibió dama de ventaja y volvió a perder con estrépito. Había que salvar el honor como fuera. Llamaron a una secretaria cuyo nombre no he sido capaz de encontrar. Como no sabía jugar al ajedrez, le explicaron apresuradamente las reglas y la pusieron a jugar. La máquina, esta vez sí, ganó. Fue la primera vez que un ordenador ganó a un humano.

Aún así, hay un intento anterior de duelo hombre contra máquina, aunque no real. Coincidiendo con el fin de II Guerra Mundial el Turing del principio de la entrada escribió un programa de ajedrez. Que no existiera ninguna máquina donde hacer correr este programa no le preocupaba los más mínimo: sabía que iban a llegar en breve. Sí, como si fuera Sheldon Cooper.

Pero quería probarlo. Así que llamó a un colega suyo y se pusieron a jugar.Turing no jugaría según su criterio, jugaría según el programa que había escrito. Cada vez que su colega jugaba, Turing se ponía a calcular la respuesta siguiendo sus propios algoritmos, en lo que invertía casi una hora por movimiento. Una CPU humana. Con un juego mecánico y previsible la "Máquina de Papel" de Turing perdió la partida.

Alan Turing no pasó su propio test.

miércoles, 13 de junio de 2012

Le God.

Le llegó de un patadón, como todos los que le llegaban. El balón le quedó en la espalda. Ningún problema, con un taconazo se hizo un autosombrero y ya tenía el balón delante. Primer toque. Pero tenía a un defensor delante. Con el balón todavía en el aire, se lo adelantó y con un acelerón pasó al defensa. Segundo Toque. Otro defensa que superar. No problem. Picó el balón y lo superó con un sombrero. Tercer Toque. Sólo quedaba el portero. Antes que el balón tocara de nuevo al suelo, disparó a puerta. Cuarto toque. Gol.

En el mismo partido le llegó el balón de un rechace bastante lejos en la frontal del aérea, muy alto para controlarlo con el pie. Pero hay otros recursos. Un leve toque de rodilla para amortiguarlo y luego una volea. A la escuadra. Sin despeinarse.

¿Quién es el autor de estos goles? ¿Maradona? ¿Pelé? ¿O son más reciente? ¿Messi, quizás? No. Matthew Le Tissier. Quizás el mejor jugador del mundo en la primera mitad de los noventa.

¿Quién?

Es posible que, de verlo por la calle en su etapa de futbolista, nunca habría acertado nadie a primera vista que se dedicara eso. Su figura larga y delgada de sus primeros años fueron dejando paso poco a poco a una nada disimulada barriga. Su cara es la típica que puede ver en Benidorm en cualquier bar de guiris. Pues no me suena ¿Donde jugó? ¿United, Liverpool? No. Southampton. Y nunca conoció otro club.

¿El mejor del mundo, dices, y pasó toda su vida en un club de segunda fila?

Sí. A lo largo de su carrera tuvo ofertas muy considerables de Manchester United, Liverpool, Totenham, Chelsea, donde habría ganado más dinero y habría sido más conocido. Pero las rechazó todas ¿Por qué?

Dejemos que Matthew Le Tissier en persona responda.

"Era feliz en Southampton ¿Por qué cambiar? No estamos en esta vida por mucho tiempo, pero sí para pasar un buen rato."

Era feliz en un club cuya máxima aspiración era evitar el descenso. Y si conseguían mantenerse en la Premier era única y exclusivamente gracias a él. Los esfuerzos de la directiva de crear un equipo competitivo alrededor de Matt fracasaron porque nunca podían retener a los jugadores que fichaban y que conseguían destacar. Alan Shearer fue quizás el compañero más famoso que tuvo Le Tissier, y se marchó a Blackburn Rovers -donde ganó una liga- en cuanto tuvo ocasión. Así que sólo quedaba Matt. Lo que tenía como consecuencia que la afición le adoraba. "He is God, Le God", le cantaban. Si te consideran el dios ¿Por qué cambiar?

Festero, amante de la cerveza, aunque no a los extremos que llegaron otros astros británicos de la época, habría encajado bien en el Drink Team, esa fantástica selección inglesa de los noventa repleta de alcohólicos y cocainómanos. Sin embargo, nunca fue un fijo en la selección y sólo disputó ocho encuentros. Coincidir con Gascoigne, Merson o Platt le perjudicó. Y además, no era tan feliz allí como en casa. Era demasiado joven para Italia 90, en USA 94 la selección inglesa entró en un proceso autodestructivo y no fue capaz de clasificarse, y en Francia 98 estuvo a punto de ser convocado por Glenn Hoddle, pero sus mejores años ya habían pasado.

Disputó, entre liga, copa y copa de la liga exactamente 528 partidos defendiendo a los Saints, anotando  201 goles. Su mejor etapa fue, como suele pasar, cuando todavía no tenía barriga: de la temporada 89/90 hasta la 94/95. En esas seis temporadas anotó nada menos que 96 goles. Lanzó 50 penaltys...y marcó 49. Mark Crossley, del Nottingham Forest, tiene el honor de ser el único portero capaz de pararle un penalty en 16 temporadas en la Premier League.

No he visto nunca a un jugador marcando goles como lo hacía Le God. Juzguen Vds.




lunes, 11 de junio de 2012

Ruslan

Ya está. Vasily Ivanchuk acaba de derrotar al mejor, a su bestia negra, al mejor, a Vishwanathan Anand. Es ya campeón del mundo. Bueno, falta un tecnicismo. Lo ha derrotado en semifinales. Falta la final. No hay problema. El otro finalista es un chaval de 18 años llamado Ruslan Ponomariov, ucraniano como él, y con cara de vampiro.

Y empizan a jugar, cosa hecha. Kasparov pronostica un 6-0 para Ivanchuk, dice que Ruslan ha llegado a la final de chiripa y que no pertenece a la élite. Pero, de repente, la cosa no va bien para Vasily. Pese a contar con el favor de Dios Kasparov, pierde la primera partida. Y también los nervios cuando ve a Veselin Topalov, en ese momento número seis del mundo, como entrenador de Ruslan. Bien es cierto que no era un secreto y que se anunció tiempo atrás con rueda de prensa y todo, pero Vasily no lo creyó. Pensó que era una treta psicológica y no lo creyó. De repente, le quedó claro que el chaval no se iba a asustar. Va a por él. Se había preparado para ganarle. Uno de sus mayores rivales, el búlgaro Topalov, le había enseñado a ganarle, le había enseñado sus puntos débiles en sus aperturas, y vaya si Ruslan iba a sacar partido de esas incontables horas de entrenamiento. Tras tres tablas, Ruslan gana la quinta y tras entablar la sexta se proclama campeón del mundo.

Jamás la proclamación de un nuevo campeón del mundo de ajedrez había cabreado a tanta gente. Kasparov lo despreció: "No lo he visto nunca. Podría sentarse a mi lado y no lo reconocería". Rompió todas las negociaciones con la FIDE para la reunificación del título hasta que le dieran alguien "más comercial". Explicó su triunfo diciendo que " simplemente se dedicó a recoger los puntos después de grandes errores", errores cometidos debidos a "el nuevo control de tiempo". Sin embargo, con "el nuevo control de tiempo", Ponomariov no cometió tales errores. Aunque este punto Kasparov prefirió no mencionarlo.

No se puede decir que el subcampeón del mundo se lo tomara con especial deportividad. Insulta a Ponomariov llamándole "ridículo" y remarcando de nuevo "que no pertenece a la élite". Culpa de su derrota, otra vez, al control de tiempo. Sin embargo, fue el mismo con el que derrotó a Anand y a todos los demás hasta llegar a la final. Pero curiosamente sólo en la final fue un obstáculo.

Ruslan Ponomariov no sólo tiene el récord de campeón del mundo más joven de la historia, también tiene el de campeón del mundo más menospreciado de la historia. Hay una anécdota que lo expresa muy bien. En plena olimpiada de Bled, en Eslovenia, Pono se olvida la acreditación en el hotel y no le dejan entrar en la sala de juego. El segurata, muy educado eso sí, es inflexible y se niega a dejar pasar al chaval. Hasta que alguien de la organización se le acerca y le dice. "Déjale pasar. Es el campeón del mundo".


La otra bomba

La noticia no le pilló de sorpresa. Ya conocía de su existencia desde hace mucho. Toda una ciudad había desaparecido con una sola bomba, y él sabía que no la habían lanzado para terminar una guerra que tenían ganada. No, la lanzaron para intimidarle, para demostrarle quienes eran los poderosos, para doblegarle, para usarla en las negociaciones del reparto del mundo. Él tendría un ejército de doce millones de soldados, el más grande que se había visto jamás, sí, pero dos docenas de bombas y...ese ejército sería desintegrado.

Por eso los llamó. Allí estaban todos, muertos de miedo, delante del padrecito Stalin. Él estaba sentado, detras de su escritorio. Ellos de pie, firmes como soldados. Durante unos minutos el camarada Stalin no dijo nada. Se limitó a escrutar esas caras, a mirarles a los ojos. Finalmente, dijo en voz baja.

-Nos amenazan con una guerra nuclear.

Se levantó de un salto y, gritando, se dirigió hacia uno de ellos.

-¿Y qué tenemos nosotros? ¡Igor Vasilievich Kurchatov, los americanos ya tiene la bomba! ¿Y qué tenemos nosotros? Mejor dicho ¿Que nos ha dado usted? ¡Nada! ¡Absolutamente nada! Lleva tres años trabajando  ¡Y no tiene nada!

-Pe...ro-titubeó Kurchatov-ca...ma...ma...-respiró profundamente- camarada Stalin, hemos hecho progresos y...
-¡No me venga con excusas! Quiero una fecha

Kurchatov sabía que estaba muerto si daba una respuesta incorrecta. Con los recursos que tenían sabía que perfectamente podían tardar una década. Y decir eso era ir directo delante de un pelotón de fusilamiento. Trato de eludir la cuestión.

-Camarada Stalin, si lee los informes...
-¡A la mierda los informes!-le interrumpió. Quiero una fecha.

Kurchatov trató de tomar aire. No pudo.

-¡Quiero una fecha!

Se la jugaría.

-5 años, camarada Stalin.

Dijo con un hilillo de voz, y cerró los ojos esperando lo peor.

Pero Stalin no gritó. Tampoco dijo nada. Volvió a sentarse detrás de su mesa. Cuando Kurchatov abríó los ojos se encontró con los ojos de Stalin, que le miraban detrás de ese escritorio. Pero Stalin estaba en silencio. Sólo miraba. Y Kurchatov no podía apartarse de esa mirada. Estaba aterrorizado. En ese momento se preguntó si se habría meado encima. Estaba tan muerto de miedo que no sentía nada. Sólo tenía esa mirada, la mirada del hombre que le podía condenar a morir a capricho. En ese momento, sintió que nada le pertenecía. Estaba a merced del Zar rojo.

La voz del padrecito volvió a sonar.

-Tiene cinco años, camarada Igor Vasilievich Kurchatov. Pero si en cinco años no tengo mi bomba, le acusaré de traición y sabotaje. Ya sabe lo que significa eso. El camarada Beria se encargará en persona de vigilar sus progresos.Ahora, fuera todos de aquí.

Y todos se marcharon. No moriría nadie aquel día. O al menos, nadie de ese grupo. Tenían cinco años extra de vida.

martes, 5 de junio de 2012

Mr. Trololo

Todos los que me leen, seguro, lo han visto: un señor trajeado que canta trolololó lolo trololo sin perder la sonrisa en ningún momento. Sí, un meme de internet ¿Pero quién es este tío?

Su nombre era Eduard Khil y era natural de Smolensko, en el momento de su nacimiento URSS. Nacido en 1936, tuvo la infancia habitual en esos tiempos y esas tierras: guerra de exterminio, bombardeos, ejecuciones. Evacuado y separado de su madre y vuelto a evacuar según avanzaban los alemanes. Todo en esta vida termina tarde o temprano, y la guerra no es una excepción. Se reencuentra con su madre en plan Marco y se van a vivir a Leningrado, donde estudia en el conservatorio y se pone a cantar por las calles para ganarse unos rublos.

Cuando termina el conservatorio empieza a ir a concursos de canto en plan operación triunfo pero en marxista-leninista y los gana todos, el tío. Incluso va al equivalente del Pacto de Varsovia del festival de Eurovisión (que se llamaba Intervision nada menos) y queda segundo, cosa que no sé si es mucho o poco, pero bueno. El caso es que se hace muy popular, sobre todo en Leningrado y disfruta de una larga carrera cantando. Y para los que se ríen de su jeta que sepan que llegó a casarse con una bailarina cachonda y hasta le llegan a dar una condecoración, nada menos que la Orden de Lenin al Mérito del Trabajo, supongo que  por sus méritos musicales y no por su trabajo con la bailarina.

Su estilo es fácilmente reconocible, y no varía mucho de lo que han visto ustedes. Música alegre y el hombre este cantando con una amplia sonrisa, voz poderosa pero -dicen en Rusia- cálida y también destaca las letras de sus canciones, en general cargadas de optimismo y sentido del humor.

No es el caso de trololó, cuya letra no está cargada de nada. El mérito de las letras no era de Mr. Trololó, que sólo cantaba. Un tal Lev Oshanin escribía las letras, y otro tal Arkadi Ostrovsky escribía la música ¿y como perpetraron esta canción? Bueno, originalmente esta canción versaba sobre un cowboy de Kentucky que regresa al hogar tras un largo día marcando reses, matando indios y esas cosas que hacen los cowboys. Hoy he escuchado, en el telediario de una cadena que no voy a nombrar, que la censura soviética prohibió el tema, pero no es cierto. Periodismo de Kalidad, sí. Pero no fue así.

Lo que sucedió fue que mientras estaban trabajando en el tema al citado letrista le entró un ataque de ego y se atribuyó todo el éxito de Mr. Trololó, diciendo al resto del grupo que el mérito era sólo suyo y que si pusieran a un pavo cualquiera a cantar sin música el éxito sería el mismo. Se le fue la cabeza, en efecto, y como el resto de los implicados no estaba de acuerdo con esta valoración el letrista en cuestión monta en colera, se cabrea, se niega a respirar y a terminar la letra. Sin la letra del último tema que les faltaba para terminar el álbum, con el único que podía escribirla en pleno brote psicótico-megalómano y con unos plazos que cumplir para acabar el disco, cantante y compositor tuvieron que improvisar.

Quedó claro que escribir letras de canciones no era el fuerte de nuestros dos héroes, y de hecho no volvieron a repetir la aventura. La historia acaba bien, terminan el disco y hacen las paces con el letrista loco ese, algo así como la versión rusa de Larry David, y hala, a seguir. La canción esta no pasó de ser una mera canción de relleno por cumplir unos plazos de entrega. Y así siguió hasta 2009, cuando no sé sabe muy bien como la canción se hace popular en youtube y se convierte en el meme que todos conocemos.

E incluso la página web http://trololololololololololo.com/ incluyó durante un tiempo una petición para que Eduard Khil, ya retirado desde hacía mucho, volviera en plan Leonard Cohen e hiciera una gira mundial.

¿Y que dijo Eduard Khil?

Pues tras extrañarse en un principio y decir que no entendía como esa canción pudiera gustar a nadie, se adaptó pronto a su renovada fama y no se puede decir que sufriera por ello. Aunque declinó la invitación de sus nuevos fans, el hombre estaba encantado de volver a firmar autógrafos y hacerse fotos por las calles de, ahora, San Petersburgo.

Y así hasta hoy, día en el que Mr. Trololó nos ha dejado para cantarle a Caronte. Que el viento solar te sea favorable. Como dijeron en Star Trek II cuando muere Spock, su muerte tiene lugar a la sombra de una nueva vida. Él no está realmente muerto si encontramos una manera de recordarlo.

Que triste cuando muere Spock.