martes, 27 de marzo de 2012

Hijos de la destrucción(II)

Vladimir observaba curioso la actividad de sus colegas. Model había conseguido cierta ventaja pero Batuyev destacaba por su exacta defensa y no sería fácil de derrotar. Finalmente la partida acabó en tablas, y los tres maestros se pusieron a analizar que camino había que seguir para alcanzar la victoria. El estruendo de una tremenda explosión también quiso participar en el debate e hizo que los tres ajedrecistas se lanzaran al suelo. Le siguió otra explosión, y otra. Cuando finalizó el bombardeo, se levantaron, se felicitaron por seguir enteros, colocaron las piezas en el tablero tal como estaban antes de la interrupción y prosiguieron sus análisis como si nada hubiera pasado. Tras doce horas los tres llegaron a la conclusión que no se podía ganar.

El cerco no había interrumpido la actividad ajedrecista en Leningrado. Bien es cierto que no se celebraba el campeonato de la ciudad pero seguían las competiciones en los clubes y las clases de ajedrez. Precisamente era ese el campo en el que destacaba Vladimir. Sin dormir, tras la partida, se dirigió al aula para dar una clase. Tres muchachos le esperaban. Lo que antes de la guerra eran docenas con lista de espera, ahora sólo eran tres.

Vladimir no recordaba con especial nostalgia el periodo anterior a la guerra. Stalin había situado a Leningrado en el centro de los complots imaginarios de sus enemigos imaginarios, y contra Leningrado ejecutó su sangrienta venganza. Fue de tal magnitud que sólo en 1937 los cargos importantes e intermedios del partido se ocuparon y desocuparon cinco veces. El maremoto de sospechas, denuncias, detenciones, torturas, confesiones y muerte se había llevado por delante a demasiados amigos suyos, incluso él mismo estuvo a punto de ser condenado a muerte. Nunca supo el motivo.

Sí que sabía lo que le salvó: su condición de jugador de ajedrez y su habilidad para enseñar. Stalin estaba ávido de campeones, y no iba a matar a un profesor que se los podía proporcionar. El ajedrez era también lo que le permitía comer diariamente. Era un privilegio. Él no tenía que luchar en las calles para conseguir comida. Le bastaba con rezar -aunque eso era subversivo- para que ningún proyectil le volara la cabeza.

Cuando terminó la clase, Vladimir comprobó que llevaba su cartilla de racionamiento y se dirigió al comedor de su distrito.

Hijos de la destrucción (I)

Sabía que si se paraba estaba muerto. Tenía que llegar hasta la fuente, a pesar del cansancio, a pesar del hambre, a pesar del sueño. Detrás de él, cuatro hambrientos muchachos corrían, desesperados, hacía la única fuente de comida fresca que habían visto en muchos días. La carne de los niños, tierna, era la más apreciada. Los doce años de Viktor le hacían especialmente apetecible.

Lo consiguió. Llegó hasta la inmensa fuente, sin agua pero llena de cadáveres putrefactos, y se sumergió entre ellos como si fuera una piscina. Sus perseguidores se rindieron y se marcharon, desanimados. Demasiado trabajo remover entre los muertos, en medio de un terrible olor a carne putrefacta y a mierda. Mejor dedicar las escasas fuerzas a presas más seguras.

Viktor vivía allí, entre los muertos. Era un lugar seguro: nadie buscaría a un vivo en ese lugar. Ni los saqueadores, ni los alemanes. Mientras asomaba lentamente su cabeza para vigilar los movimientos de sus perseguidores, que con paso cansado se alejaban de la fuente, un tremendo estruendo hizo que instintivamente volviera a sumergirse. Le siguió otro, y otro, y otro. Cuando volvió a levantar la cabeza, comprobó que ya no tenía que preocuparse por sus perseguidores: habían sido despedazados por uno de los obuses.

Eso significaba una gran ocasión para Viktor. Muy despacio, sin levantarse, se arrastró hacia los restos de los que iban a ser sus verdugos. Se acercó al único  tronco, o resto de tronco, sin extremidades ni cabeza que alcanzó a ver. Metió la mano en sus bolsillos y lo único que encontró una cartilla de racionamiento caducada. Bueno, se dijo, puede ser útil. Quizás si pongo cara de pena al entregarla me den algo de comida; habrá que probarlo.

Por el mismo procedimiento volvió a la fuente. El día finalizaba, aunque sólo podía saberlo por su cansancio. No tenía nada que cenar, así que se fue a dormir directamente. Se puso la gorra de uno de sus perseguidores, manchada de sangre, en el rostro para encontrar algo de oscuridad en esas interminables noches de luz y se durmió. Al día siguiente le esperaba otra carrera contra la muerte, el hambre, el miedo, el fuego. Y al siguiente. Y también al siguiente.



martes, 20 de marzo de 2012

El hombre sin rostro

Lo fue hasta 1978, cuando consiguieron fotografiarle en Estocolmo para su disgusto. Se llamaba Markus Wolf, alias Romeo, que dirigió durante 30 años los servicios secretos de la RDA, siendo uno de los principales protagonistas de la otra guerra fría, la de los espías.

Tener un padre judío y comunista en la alemania nazi no era precisamente agradable, así que en 1933 la familia Wolf se largó a la URSS. Allí se educó el pequeño Markus, apodado por sus compañeros Mischa, que eligió la profesión de periodista y continuó con la tradición comunista de su progenitor ingresando en el PCUS en 1942.

Y como periodista regresó al Berlín ocupado por los rusos, trabajando para una emisora de radio. Un periodista es una persona que se mueve por los sitios buscando información y Mischa destacó en este arte tanto que en 1952 fue captado por el KGB para hacer el mismo trabajo pero sin radio. Su carrera fue meteórica: En 1956 ya dirigía la Stasi.

El alias de Romeo no es casual. Al contrario que los soviéticos, que utilizaban atractivas señoritas, llamadas golondrinas, para ligarse a los jefazos, él utilizaba agentes masculinos bastante macizos a los que soltaba por Bonn con el fin de seducir secretarias solitarias y amargadas. Así, poco a poco y polvo a polvo fue penetrando (sí, ya) en la administración y gobierno de la RFA, hasta el punto de conseguir meter a un agente suyo como secretario personal del canciller Willy Brandt.

Los alemanes occidentales tampoco eran mancos en la cosa esta de espiar y descubrieron el tinglado. Esto provocó la dimisión de Willy Brandt, cosa que muchos años después Wolf lamentó, ya que el canciller socialista apostó por un acercamiento al este que convenía mucho a la RDA.

Wolf se retiró del espionaje en 1986 y se dedicó a escribir libros. Es evidente que ya veía que todo se iba a caer, como demuestra "La Troika" donde pone a parir a todo el partido. Viejo zorro que ya empezaba a posicionarse en el mundo venidero.

Sin embargo, los alemanes del este no le iban a perdonar por la buenas. No dejaba de ser un hombre del régimen, y no uno cualquiera: uno que se había dedicado a cazar desafectos. Tuvo que salir corriendo de una manifestación democrática poco antes de la caída del muro ("nosotros somos el pueblo", le gritaron). Y cuando este palmó, temiendo por su vida, se largó a una URSS a la que le quedaban dos telediarios.

En 1990, tras la reunificación, volvió voluntariamente a Alemania y se entregó a las autoridades que lo tenían en busca y captura. Sin embargo, salió muy bien parado de su proceso: Fue condenado por alta traición, pero la sentencia fue invalidada por el TC de allí, que consideraba inconstitucional perseguir a los antiguos agentes de la RDA.

Desde entonces y hasta el día de su muerte en Berlín en 2006, a los 83 años, se dedicó a escribir libros y una autobiografía donde lo único que le falta es derrotar a Superman. No olviden que la profesión de espía consiste, ante todo, en mentir.

Yo he venido aquí a hablar de mi libro


Pensar que conocimos a este señor, sin saberlo, en la novela de Le Carré El espía que vino del frío pone los pelos de punta. Quién iba a decir que aquel Fiedler, judío, exiliado en la URSS durante el nazismo y que regresa a la Alemania Oriental para ocupar un puesto de responsabilidad en la Stasi no era del todo ficción.

El cuarto hombre

Anthony Frederick Blunt era un historiador del arte que escribió un porrón de libros sobre Bernini, Borromini, Picasso, Poussini y demás gentes. También era conservador de la pinacoteca real y de la colección privada de la reina Isabel II, con la que tomaba el té semanalmente.

Un tostón de tío que se salva por una curiosa peculiaridad: Espiaba para la URSS. En sus tiempos de estudiante de Cambridge, en el primer tercio del siglo XX, siguió el camino de muchos jóvenes ingleses que veían en el comunismo la única respuesta posible al ascenso del fascismo y nazismo, aumentado por el impacto de la Guerra Civil española. De hecho Blunt era miembro de los Apóstoles de Cambridge, una sociedad secreta marxista. También tenía otros motivos para la rebeldía: Era homosexual y jamás lo escondió en una época donde era una enfermedad que se curaba con electroshock.

Tras acabar los estudios se metió a profesor de Bellas Artes en Cambridge. Fue la propia universidad la que decidió que sería una magnífica idea enviarlo a la URSS a ver museos de arte francés. Magnífica idea para la NKVD, que estando al tanto de su comunistitis -su homosexualidad era pública pero sus ideas políticas no- no perdió la ocasión de entablar contacto y ofrecerle el honorable empleo de espía. Ni decir tiene que Anthony aceptó encantado. Así se convirtió en uno de los cinco de Cambridge, concretamente, en el cuarto.

En 1939 se alistó en el ejército, y al año siguiente llegó el premio gordo: entró en el MI5, lo que le dió acceso a una enorme cantidad de información que pasó a los rusos: Desde la clave de ENIGMA al desarrollo nuclear, una fuga de información que volvió locos a los servicios de contraespionaje británicos.

Nadie sospechaba de Blunt. Era un hombre respetable, un caballero del Imperio cercano a la realeza. No fue hasta muchos años después (1964) cuando, estando ya seguros de la fuga, fueron a por él: Le garantizaron inmunidad y secreto a cambio de una información completa sobre la red donde operaba. Sir Anthony cantó cual canario.

Nada cambió en su vida. Siguió haciendo las cosas que hacen los restauradores de arte y siguió tomando su té semanal con la reina. Con impecable flema británica ella lo sabía todo y él sabía que ella lo sabía, pero jamás mencionaron una palabra sobre el tema. Hasta que en 1979 Margaret Thatcher anunció a bombo y platillo la captura del cuarto hombre, lo que significó el fin de su vida laboral y social.

Estilo es lo que somos. El estilo de Blunt quedo claro el día del juicio, cuando el fiscal le preguntó:

-¿Es usted consciente que ha sido un traidor a la corona?

Sin torcer el gesto, mirando a los ojos al fiscal y en un perfecto acento de Cambridge respondió:

-Me temo que sí.



Pese a todo, no fue a la cárcel. Las consecuencias se limitaron a perder el título de sir y de paso las dos docenas de títulos que poseía, a dimitir de la Royal Academy y a sufrir el vacío de la aristocracia (horrible pérdida). Sin embargo, no puede decirse que el fin de sus días fuera especialmente tétrico. Murió en Londres -jamás quiso abandonar Inglaterra- en 1983 en compañía de su amante.



miércoles, 14 de marzo de 2012

Ajedrez y mujeres

Es un hecho que el ajedrez femenino está viviendo una edad de oro. Jamás hubo tantas jugadoras y de tanto nivel, y eso se debe en gran parte a las hermanas Polgar, que marcaron un antes y un después.

¿Como era el antes?

Se puede decir en una palabra: Georgia. Cuenta Ana Matnadze que cuando una georgiana se casa un regalo de bodas ineludible es un juego de ajedrez. Georgia representa una anomalía en el mundo del ajedrez, ya que allí es un deporte casi estrictamente femenino con una tradición muy larga. No es de extrañar que desde que se instauró el campeonato del mundo femenino las campeonas fueran georgianas tras un breve dominio inicial de la ucraniana Ludmila Rudenko. Nona Gaprindashvili, Nana Alaxandria o Maia Chiburdanidze eran referentes obligados (la última lo sigue siendo) cuando se hablaba de ajedrez entre mujeres. Y destaco lo de entre mujeres, ya que no jugaban, en general, contra hombres. Esta falta de competitividad contribuyó a que su nivel se atascara.

¿Como es el después?

El después se puede resumir en que niñas de todo el mundo quieren ser como Judit Polgar. Desgraciadamente en España esto no ha calado especialmente, pero en los países que formaban parte del bloque soviético sí. También las jugadoras chinas han puesto su granito de arena. Hace como tres décadas los chinos empezaron a jugar al ajedrez en serio, imitando los métodos de entrenamiento soviéticos y teniendo como objetivo formar a un campeón del mundo. No tardaron en comprender que iba a ser muy complicado crear la copia china de Anatoly Karpov, así que, metódicos ellos, decidieron empezar formando a jugadoras que compitieran con las georgianas, mucho más asequibles. Tomaron nota del método Polgar y crearon una escuela especial para enseñar a las niñas a jugar al ajedrez. Funcionó. Ganaron a las georgianas, pero no se conformaron con eso y poco a poco fueron subiendo de nivel, hasta el punto de que una de sus alumnas, Hou Yifan, batió el récord de Judit y se convirtió en Gran Maestra a los 14 años.

Este auge debería ser una buena noticia. Contra todo pronóstico para los carcas de Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) no lo es y representa, según ellos, un problema de imagen. Una federación controlada por un descendiente de Gengis Kan que aspira a que el ajedrez sea lo más gris posible no podía permitir la presencia en competición de mujeres jóvenes, y muy jóvenes, arregladísimas y guapísimas, y ha dicho basta. Ha publicado una normativa de vestir donde se regula la longitud de las faldas y escotes, los botones que debe tener una blusa y prohíbe terminantemente los sombreros. Estas reglas se han aplicado por primera vez en el europeo femenino que acaba de finalizar.

¿Y que opinan las jugadoras?

Una de las afectadas es Sopiko Guramashvili, una de las mejores jugadoras georgianas. Su afición a la moda, a los sombreros y a pasarse horas delante del espejo choca directamente con estas normas. Tras declarar que le parece muy mal todo el asunto dice que en el fondo da igual porque en la mayoría de torneos no se aplicarán y que quedarán en nada. Y deja un recadito: "estos códigos son más apropiados para hombres, que en general se visten de manera horrorosa".

Sopiko Guramashvili.

En el trabajo...


Otra afectada, y también fanática de los sombreros, es la maestra internacional alemana Elizabeth Pahtz que se tomó la molestia de leerse la normativa de vestimenta y la calificó de disparate. No sólo prohíbe los modelitos, también ropa tipo chándal y zapatillas deportivas. Según las normas, dice Elizabeth, todas las participantes del torneo sub-12 deberían haber sido descalificadas ya que todas llevaban zapatillas deportivas.

Elizabeth Pahtz

Otras jugadoras, como la rusa Nastasia Ziaziulkina y la serbia Ljilja Drljevic directamente llaman al motín e instan a las jugadoras a llevar la faldas más cortas posibles. Desde Sacrificio de Dama apoyamos completamente esta medida.

Nastasia Ziaziulkina
Ljilja Drljevic (glups)




lunes, 12 de marzo de 2012

Las hermanas Polgar (y III): Judit

Si nos remontamos a finales de los 50 veremos a un muchachito llamado Bobby Fischer quedando sexto en el interzonal de Portoroz, clasificándose así  para el torneo de candidatos a campeón del mundo y en consecuencia ganando el título de Gran Maestro con 15 años, 6 meses y 1 día de edad. Esta marca fue vista como una extravagancia, una muestra de la genialidad de Fischer que permanecería por los siglos de los siglos. Nadie podía batirla. Nadie. Ni el gran Karpov, que consiguió el título a los 19 años, ni el mísmisimo Garry Kimovich Kasparov, a los 18, pudieron siquiera acercarse.

Tuvieron que pasar nada menos que más de tres décadas para que la menor de las Polgar lo consiguiera a los 15 años y 4 meses. Antes batió otro récord, la maestra internacional más joven de la historia al conseguir el título a los doce años. Fischer y Kasparov, los poseedores del anterior récord, lo consiguieron a los catorce. Fue por aquel entonces cuando el ex-campeón del mundo Mikhail Tal advirtió que la niña iba a ser una seria aspirante al título mundial.

Cuenta su hermana Susan que, pese a lo dicho, era la menos talentosa de las tres hermanas. De hecho, nombra a Sofia como a la mejor jugadora de la familia, pero también la más perezosa. En cambio Judit era la más dispuesta a trabajar duro y la única de las tres que se puso como objetivo el campeonato del mundo. También cuenta algo clave para entender a Judit. Ella no era especialmente activa en los juegos, prefiriendo hacerse a un lado y observar. Observaba como lo niños se tiraban por los toboganes y se columpiaban, esperando pacientemente su turno mientras los otros niños se peleaban por él. Y mientras peleaban, ella se colaba y se tiraba por el tobogán. Paciencia y oportunidad para conseguir el objetivo.

Observaba silenciosamente a sus hermanas jugar al ajedrez. Escuchaba  las lecciones de sus entrenadores. Todavía no había cumplido los tres años. Siempre en silencio. Un día, Susan y su entrenador se atascaron resolviendo un problema. De repente, la pequeñísima Judit cogió un alfil...y dió con la solución. A partir de entonces empezaron las clases de ajedrez para ella.

Siguió el mismo camino que sus hermanas, aunque pronto quedó claro que las competiciones infantiles no eran su sitio. Decir que arrasaba es decir poco. A los diez ya estaba ganando a maestros. Su actitud silenciosa, tranquila y modesta contrastaba con su estilo de juego: agresivo, buscando siempre las posibilidades de ataque al rey, dando material a cambio de iniciativa, táctico y combinativo. Recordaba mucho al estilo de juventud de Paul Keres y Mikhail Tal, siempre al ataque sin reparar en gastos. Pero había más. Había instinto asesino. Voluntad de vencer, de ganar siempre. Como Fischer.

Judit se ganó el respeto de los grandes maestros a base de llevarse sus cabelleras. Edmar Mednis fue uno de los pocos que mantuvo su pelo intacto. Jugador de ataque nato, reconoce que tuvo que cambiar su estilo de juego para enfrentarse a la niña. "Jugué con mucho cuidado (...) ningún gran maestro quiere perder contra una niña de diez años porque significa ocupar las portadas de todos los periódicos".


A los quince años ganó el campeonato nacional húngaro y se proclamó gran maestra. Ganar el nacional húngaro no es poca cosa. Hungría era entonces -y lo sigue siendo ahora- uno de los campeonatos nacionales más fuertes de Europa, sólo por detrás del ruso y ucraniano. Ser el mejor de Hungría significa ser uno de los mejores del mundo. La entrada en la élite mundial. Con quince años.

Judit no tuvo los problemas de su hermana Susan en los torneos masculinos y en general fue bien recibida. Su carácter, tímido y modesto pero amable y abierto, ayudó mucho a eso. Aunque hubo una excepción: Garry Kimovich Kasparov.

Judit tenía 17 años y fue invitada al supertorneo de Linares. Fíjense como era aquel torneo que Alexander Beliavsky, cuatro veces campeón de la URSS -por comparar, Kasparov sólo pudo ganar el campeonato de la URSS dos veces- quedó en última posición. En la quinta ronda Judit jugó contra Kasparov que ciertamente le dió una lección de estrategia. Kasparov fue raudo a mover su caballo para rematar la faena, cogió el trebejo...y se dio cuenta que si lo movia de su actual casilla perdería la partida. Asi que lo soltó y no lo movió.

En ajedrez hay una regla que dice "pieza tocada, pieza jugada". Kasparov obligatoriamente tenia que mover su caballo, y asi se lo dijo Judit. Y empezo el lío. Kasparov negó haber tocado la pieza. Judit llamó al arbitro. El arbitro no le hizo ni caso. Judit pidio al arbitro que viera las grabaciones. Se negó. Usted juegue. En la sala de prensa se vieron las grabaciones. Kasparov pillado. Llamaron al árbitro para que las viera. El árbitro las vio. Las desestimo. Pese a que se veia a Kasparov tocar la pieza, el arbitro no admitió la grabacion como prueba. Kasparov se partía de risa. Judit rompió a llorar. Bienvenida al Kasparato, niña.

En el año 2002 Judit tuvo su venganza en el match Rusia-Resto del Mundo. Fue una partida muy tensa no sólo por el precedente anterior, también porque Kasparov llevaba bastante tiempo insultándola en la prensa de forma gratuita, diciendo cosas tan bonitas como que Judit era una "atracción de feria" y un "cachorro amaestrado", que "para ganarle no hace falta ninguna preparación", que "debe dejar el ajedrez para casarse y tener hijos", que se le pasa el arroz le faltó añadir.  Anque le reconocía cierto talento no creía que pudiera competir. "Tiene un talento fantástico, pero al fin y al cabo es una mujer y tiene todos los defectos de la mente femenina. Ninguna mujer puede sostener una lucha prolongada"

Tengo que decir que, en mi opinión, toda esas declaraciones de Kasparov  no se deben al machismo, ni a su natural bordería, no. Se deben al miedo a perder, al terror que le causaba ser derrotado por la niña. Kasparov si entendía de algo era de ajedrez y la calidad del juego de Judit estaba ahí, y eso Kasparov lo sabía perfectamente. Judit había ganado a todos los de la élite ¿Por qué no podía ganarle a él? Así que inició un ataque psicológico para desestabilizarla, para desconcentrarla, para que no fuera objetiva, para que pensara en las declaraciones y no en el juego. Todo un clásico del ajedrez de élite.

Y llegó la partida. Judit juega peón de rey, y Kasparov sorprende con una española berlinesa en lugar de su habitual siciliana. Es evidente que quería evitar la lucha táctica y aguda en la que Judit era experta -Anand bien puede decirlo- y trató de desbordarla con una batalla lenta y posicional ¿Lo ven? Kasparov  tenía miedo ¿Recuredan lo que dijo Mednis? Kasparov cambió su habitual estilo ofensivo por el catenaccio. Miedo, mucho miedo.



Con un par de ovarios bien puestos, Judit aceptó el reto y se metió en la boca del lobo, precisamente en una línea que había jugado el propio Kasparov y conocía a la perfección, cosa que debió de hacer muy feliz al ogro de Bakú. Pero no, Garry, no. Judit encontró sobre el tablero una mejora para el blanco que fijaba al rey negro en el centro, presionó centralizando sus torres y dio un baño a Kasparov en el terreno que él había elegido.  Kasparov, con dos peones menos y un final perdido, se rinde. Y siguiendo su costumbre de buen perdedor abandona la sala como alma que lleva el diablo.

http://www.chessgames.com/perl/chessgame?gid=1254283

Hay que decir que tras este zas en toda la boca Kasparov empezó a tratar con respeto -a su manera, claro- a Judit ¿y que tal una disculpa? Pues la hubo, aunque tardó unos añitos. Como ella no quería hablarle él la siguió hasta el aseo de señoras y entró por todo el morro. En esas condiciones la conversación es inevitable.

Al final tan amigos

 Kasparov no está solo. En el historial de Judit encontramos victorias sobre nueve (¡nueve!) campeones del mundo, incluyendo una mítica ante Karpov donde repite el famoso doble sacrificio de álfil de Lasker de 1889. En esa época mete su nombre en el número ocho del mundo con un elo de 2735, y es la única mujer que es la número uno de su país. Sin embargo, su asalto al título mundial se frena al seguir el camino de sus hermanas para casarse y tener hijos. Pero al contrario que ellas, no se aleja de la competición salvo por un breve periodo. Declara que la maternidad es más dura que el ajedrez y que para ella los torneos son como vacaciones. Ya que juega menos, tiene que seleccionar donde juega. Y elige jugar lo que de acceso a los campeonatos del mundo.

Su estilo madura poco a poco, cada vez más posicional, cada vez más técnico. Consigue ser la primera mujer que juega una fase final del campeonato del mundo y un torneo de candidatos. Más recientemente, en la Copa del Mundo 2011 elimina en primera ronda al número cuatro del mundo, Sergei Kariakin y llega a cuartos, donde es eliminada por Piotr Svidler que a la postre se lleva el torneo.

No se ve todos los días a un profesional (una en este caso) aceptando la derrota con una sonrisa...

Y por supuesto sigue jugando. Su último torneo fue el clásico de Gibraltar, donde era una de las favoritas. Pero no ganó. Se cruzó en su camino Hou Yifan, una gran maestra china de dieciocho años. En veinte años de carrera profesional, Judit sólo ha perdido contra dos mujeres: su hermana Susan  y la citada china. Hou Yifan está llamada a ser su sucesora. Pero esa es otra historia... 

Hou Yifan vs. Judit Polgar
En plena faena

Polgaria al completo. De izquierda a derecha, Susan, Sofia y Judit.



viernes, 9 de marzo de 2012

Las hermanas Polgar (II): Sofia

La hermana mediana no pudo elegir. La decisión ya había sido tomada y nadie le preguntó. Además, que mejor forma de comprobar que lo de Susan no había sido un accidente que enseñarle a jugar ajedrez, naturalmente en esperanto.

No, lo de Susan no fue casual. A los cinco años se proclamó campeona de Budapest sub-11, y a los once años se convirtió en la campeona del mundo sub-20 de ajedrez rápido. Con trece años ya era miembro del equipo olímpico femenino húngaro, junto a sus dos hermanas. Polgaria se llevó el oro en tres olimpiadas y la propia Sofia ganó tres medallas de oro individuales.

Pero la prueba de fuego era jugar contra hombres. Esa prueba se llamaba Torneo Magistral de Roma, al que acudieron algunos de los grandes maestros más fuertes del mundo. Y una niña de 14 años que les pasó por encima. Nueve partidas, ocho victorias y unas tablas, para un rendimiento de 2735 elo, récord absoluto todavía vigente en un torneo de esa categoría para alguien de su edad.

Sin embargo, ya no volvió a jugar a ese nivel. Pese a que consiguió otro récord, el subcampeonato absoluto sub-20, primera mujer en conseguirlo, y título de maestra internacional su interés por el ajedrez profesional fue cayendo según se iba haciendo adulta, sustituido poco a poco por la pintura, campo en el que también consiguió destacar...y su novio y después marido, con el que tiene dos hijos.

Actualmente vive en Toronto, dedicada a la pintura y a la enseñanza del ajedrez. Aunque de vez en cuando vuelve a jugar y consigue patear algún trasero famoso, en este caso el de Viktor el terrible Korchnoi, que se lo toma con exquisita deportividad, como pueden ver.




jueves, 8 de marzo de 2012

Las hermanas Polgar (I): Susan

Allá por los 60 un húngaro fanático del esperanto llamado Lazlo Polgar tenía una teoría. Afirmaba que los niños prodigio no nacían, se hacían centrando su educación en una materia exclusiva, o casi exclusiva, desde muy pequeños. Cuando contrajo matrimonio y tuvo en serie tres hijas se frotó las manos: ya tenía sujetos para demostrar su teoría.

Las niñas en cuestión se llamaban, por orden de aparición, Susan, Sofia y Judit. Inicialmente la materia exclusiva iba a ser las matemáticas, enseñadas en esperanto por más señas. Aunque sucedió un accidente que lo cambió todo.

Jugando al escondite con su madre Susan se metió en un armario y encontró un extraño objeto. Una tabla de madera con casillas blancas y negras que se alternaban, y unas extrañas figuras que también alternaban colores. Intrigada, le preguntó a su madre que era eso. Su madre le explicó las reglas básicas del juego. Tenía cuatro años. A las pocas partidas ganaba siempre a su madre.

Eso hizo cambiar al padre de opinión sobre la materia exclusiva. Lazlo era un decente jugador, pero antes de dar el paso decidió hacer una prueba. La llevó a su club de ajedrez.

Y ahí tenemos a Lazlo y Susan entrando a una sala llena de humo y de cincuentones con sobrepeso fumando y jugando. De hecho, cuando Lazlo entró al club pensaron que era él quién iba a jugar. Tras el recelo primero y burlas después permitieron que la niña jugara. Las risas se transformaron en caras sonrojadas cuando la niña empezó a darles mate. Ya no había dudas. Lazlo convertiría a sus hijas en profesionales del ajedrez.

Empezaron los torneos. Con esos mismos cuatro añitos ganó el campeonato de Budapest sub-11. Jugando con  niños que le sacaban siete años. Diez partidas, diez victorias.  A los doce años ganó el campeonato del mundo sub-16. A los 15 años ya era la número uno del mundo en categoría femenina. Fue por esa época cuando Lazlo tomó otra decisión: ya no jugaría con mujeres. Jugaría contra hombres.

Susan recuerda que no fue bien recibida en esos torneos masculinos "me hacían sentir como una intrusa (...) cuando ganaba no me daban la mano y decían que habían perdido porque se encontraban enfermos." y medio en broma medio en serio dice que "en toda mi carrera no he vencido a un sólo hombre sano".

Susan ganaba mucho. Y en consecuenca los hombres enfermaban, mucho. A los 23 años consiguió el título de gran maestro (maestra en este caso), la primera mujer en conseguirlo. Bien es cierto que Nona Gaprindashvili, y si no recuerdo mal Vera Menchik, también lo tenía pero a título honorario, no ganado compitiendo como Susan. Por esa época un patrocinador puso mucho dineró encima de su mesa para que volviera a jugar contra mujeres. Arrasó. Aunque falló en su primer intento, al segundo consiguió ser campeona del mundo.

No le duró mucho. La defensa del título coincidió con el nacimiento de su primer hijo, por lo que pidió un aplazamiento. La federación china hizo todo lo posible para que no fuese aceptado y quitarle el título. Lo consiguió. Muy cabreada, Susan se negó a volver a jugar competiciones femeninas. Emigró a Estados Unidos, adoptó la nacionalidad y se convirtió en entrenadora. Como jugadora se semiretiró, aún así sigue jugando la olimpiada. Y en 2006, en un torneo Nueva York, muchos hombres volvieron a enfermar. Quedó segunda por detrás de Gata Kamsky. Los grandes maestros Alexander Onischuk, Boris Gulko, Ildar Ibragimov y Alex Stripunsky engrosaron la lista de enfermos.

Susan Polgar, más o menos hoy...

Susan Polgar jugando contra el ex-campeón del mundo Mikhail Tal. La partida acabó en tablas. La niña que se ve al fondo es su hermana Judit. Esta foto históríca la encontré en el blog de Antonio Gude, que aprovecho para recomendar.
Sí, esta foto es justo lo que parece. Susan Polgar adolescente jugando Fischer Random contra ¡Bobby Fischer!   Bobby Fischer estuvo un tiempo viviendo en casa de los Polgar, hasta que descubrió que eran judíos y se fue sin despedirse. Era un encanto, como pueden ver. Sí, le dedicaré una entrada que el tipo da mucho juego.

Excusas

Como buena leyenda existen muchas historias que tienen como protagonista al maestro de ajedrez Aaron Nimzowitch. Tantas que es difícil distinguir la realidad de la ficción. Esta que les voy a contar es apócrifa... muy probablemente. O quizás no. Quién sabe.

Cuando nuestro protagonista ganaba un torneo solía decir:

 -He ganado pese a las condiciones de la sala, con poca luz, unas sillas demasiado altas, un público ruidoso, un olor desagradable que venía de los aseos. Que gane el torneo en estas pésimas condiciones demuestra lo bueno que soy.

Cuando perdía solía decir.

-He perdido debido a las condiciones de la sala, con poca luz, unas sillas demasiado altas, un público ruidoso, un olor desagradable que venía de los aseos. Era imposible concentrarse y mis oponentes me han ganado porque estaban resfriados y no olían nada.

Un organizador tomó buena nota de estas declaraciones. Así que se esforzó para que la sala de juego estuviera impecable. La luz justa, clara pero sin molestar. Las sillas, ni altas ni bajas. Controló al público de tal forma que reinara un impecable silencio. Revisó a fondo los aseos para asegurarse que no hubiera ningún olor que perturbara la concentración de lo jugadores.

En estas condiciones se sentó Nimzowitch a jugar su primera partida. De repente, vió entrar al satisfecho organizador en la sala. Saltó como un rayo hacía él y le dijo:

-¡Es usted un ser despreciable! ¿Qué excusa voy a poner ahora si pierdo?


miércoles, 7 de marzo de 2012

Sputnik (II)

Pero quizás el personaje que más influyó en el futuro diseño de los cohetes soviéticos fue Igor Vasilyevich Kurchatov. Éste no era un ingeniero de cohetes, ni tiene nada que ver con este campo. Kurchatov era físico y fue el padre de la bomba atómica soviética. Junto a a Yuri Khariton, Yakov Zeldovich y Andrei Sakharov fue recluido en la ciudad de Sarov, que desapareció literalmente de los mapas civiles y apareció en los militares como Arzamas-75. Una muestra de la obsesión soviética por el secreto: Ese 75 eran los kilómetros que separaban Sarov de la ciudad de Arzamas, por lo que alguien consideró que daba demasiada información. Así que rápidamente su nombre fue cambiado por Arzamas-16, considerado más seguro ya que ese guarismo no significa nada.

La presión a la que estaban sometidos estos científicos era enorme. Como muestra un botón: En una ocasión Beria se planto allí con un grupo de científicos, y tras las presenteciones Kurchatov preguntó:

-¿Van a trabajar con nosotros, camarada?
-No, son los que os van a sustituir cuando os fusilemos, si no tenéis la bomba antes de que acabe el año.

Y todos sabían que Beria no bromeaba...

¿Y como encaja este hombre en la historia? En 1942 Stalin se enteró, cortesía de su servicio de espionaje, de lo que estaban preparando los americanos en Los Alamos. Desconfiado como era, supuso que ese arma daría una gran ventaja estratégica a sus aliados después de la guerra y, sobre todo, que la podrían usar contra la Rodina. Así que reaccionó sacando el látigo y poniendo a trabajar en el asunto a sus mejores físicos. Pero sobre todo, infestando Los Alamos de espías.

Alan Nunn May, Klaus Fuchs, Theodore Hall y el matrimonio Rosenberg pasaron toda, pero toda, la información necesaria a los rusos para que un 29 de agosto de 1949 estallara en Semipalatinsk la primera bomba atómica soviética, copia exacta de la Fat Man que desintegró Nagasaki y bautizada por los rusos como Primer Rayo y por los yankis como Joe-1.

El siguiente paso cuando tienes una bomba atómica es crear una forma de transportarla a lo que quieres destruir. Los americanos resolvieron ese problema con sus bombarderos: Miles de ellos al acecho a pocos kilómetros de la frontera rusa. Stalin llegó a la conclusión que nunca podría crear una flota que diera respuesta a los mismos, así que se decidió por ordenar la construcción de un cohete que la llevara a Nueva York tan ricamente. Y puso a trabajar en ello inmediatamente a todos los residentes en Gorodomlya.

Korolev se frotaba las manos: La bomba pesaba cuatro toneladas, por lo que el cohete sería gigantesco, de una potencia inimaginable en 1949 y capaz de alcanzar la órbita terrestre...Y mucho más.

Sputnik (I)

Hoy en día damos muchas cosas por sentado. Pulsamos unos botones en un teléfono y le enviamos un mensaje a un señor que está en las antípodas. Y lo vemos con total naturalidad, como si hubiera estado allí toda la vida, como si fuera cosa de magia. Pero con frecuencia ignoramos que para que todo funcione tiene que haber un cacharro a muchos kilómetros de altura, y con más frecuencia ignoramos como ha llegado hasta ahí. Por no mencionar a los magos que lo han hecho posible.   

Uno de estos magos se llamaba Serguei Pavlovich Korolev. Nació en Zhytomyr, Ucrania, en 1907, producto de un matrimonio concertado que acabó en fracasó: En 1910 sus padres se separaron, aunque su madre jamás le confesó tal cosa al crío y preferió decirle que su padre había muerto (que cosa tan rusa). Criado por sus abuelos maternos, demostró un interés por las mates que se acrecentaron con el segundo matrimonio de su madre con un ingeniero de ferrocarriles.

Su infancia fue la típica de cualquier chaval de Ucrania en un periodo de guerras, revoluciones, hambrunas y sin antibióticos. Contrajo un tifus que casi lo mata y se pasó hasta 1920 escondido en un sótano. A pesar de todo nunca dejó de estudiar, y tras ese periodo pudo entrar sin problemas en la universidad politécnica de Kiev, fascinado por la aviación por una demostración de planeadores que vio antes de la guerra.

A finales de los veinte Stalin necesitaba un porrón de ingenieros para hacer realidad la industrialización y sus planes quinquenales, así que a Korolev no le faltó trabajo: Lo encontró a las órdenes de otro peso pesado de la aeronáutica rusa, Andrei Tupolev, y se pone a diseñar aviones como el bombardero pesado TB-3, aunque entonces ya había mostrado interés por un tema aeronáutico en particular: Los cohetes.

Los trabajos del americano Robert Godard, el alemán Hermann Oberth y una peli llamada la mujer en la luna le impresionaron a él y a Stalin, que ordenó la creación del Grupo de Estudios sobre Propulsión por Reacción (GIRD en sus siglas rusas) al que se unió y llegó a dirigir en 1932. Allí conoció al que después sería su archienemigo, Valentin Glushko.

El grupo consiguió algún éxito (el cohete GIRD-X alcanzó una altura de 5 kms.), pero llegaron las purgas y todo el grupo fue víctima de ellas. El primer detenido fue Glushko.

-Camarada-algo así le dijo el interrogador del NKVD- Sergei Pavlovich te ha denunciado (era mentira), es culpa suya que te estemos dando de hostias ¿Que tienes que decirnos de él?- Y Valentin dijo y, naturalmente, Korolev a la cazuela. Le lanzaron el mismo anzuelo y picó (quién no). Los dos fueron condenados en base a las acusaciones que se inventaron bajo tortura, y pasaron toda su vida odiándose mutuamente porque pensaban que el otro los había denunciado, sin conocer estos hechos o, como diría Una, ignorando la contextualización.

Korolev fue a parar al gulag de Kolima, en Siberia. Allí perdió toda su dentadura y parte de su vida: Jamás recuperó del todo su salud, y muy fácilmente su prematura muerte se deba a las animaladas que sufrió. Pese a todo, tuvo suerte: Su antiguo mentor, Andrei Tupolev, se enteró de la situación de su pupilo y consiguió sacarlo de ahí. Su nuevo destino sería la sharashka, una especie de gulag científico donde los trabajos forzados se realizaban sobre mesas de dibujo, que dirigía el también purgado pero menos Andrei Nikolayevich Tupolev.

 La Oficina Central de Diseño 29 de la NKVD era el hogar de Korolev cuando Hitler decidió que invadir la URSS era una gran idea. Puede decirse que fueron estos grupos de prisioneros, condenados por traición y sabotaje, los que hicieron posible que el Ejército Rojo pudiera competir técnicamente con la Wehrmacht. Por ejemplo, de la sharashka de Korolev salió uno de los aviones soviéticos más importantes de la guerra: El Illyushin Il-2 Shturmovik, el tanque volador que dió la réplica al famoso Stuka como avión de asalto.

Sin embargo, en 1942 Lavrenti Beria, el siniestro jefe de los chekisti, decidió reunir a los ingenieros de cohetes -bueno, los pocos que quedaban- en un mismo grupo como respuesta a los evidentes avances alemanes en este campo. Así se creó un grupo bajo la dirección de Glushko, precisamente, al que fue a parar Korolev como su subordinado. No fue muy productivo que digamos: La mezcla de miedo y odio que se tenían, temiendo nuevos chivatazos, no crearon el mejor ambiente de trabajo posible. Pese a todo, y contra la opinión de peces gordos del partido y del ejército, que los veían como a una especie de parásitos, Beria los mantuvo vivos pensando en el futuro.

En 1944 cuando Glushko, Korolev, Tupolev y miles de científicos de las miles de sharashkas recobraron la libertad y sus cargos fueron desestimandos cortesía del mismo bigotudo que los esclavizó. De repente, el prisionero de las minas de Kolima es condecorado y promocionado a coronel del Ejército Rojo. El futuro en el que pensaba Beria llegó en 1945, tras la caída de Berlín, cuando Sergei Palvlovich fue enviado a Alemania para estudiar un invento alemán llamado Vergeltungswaffe 2.

Mientras los americanos ganaban el premio gordo y se llevaban a Von Braun y Walter Dornberger, los ruskis se conformaron con la pedrea: Helmut Grottup, empleado de Peenemunde a las órdenes de Werhner y especialista en guiado. Su captura por los soviéticos en realidad no fue tal: El ex-nazi vivía en la zona americana, pero rechazó su oferta porque no quería alejarse de su familia, así que aceptó una oferta soviética donde, además de una buena cantidad de marcos, se le permitió viajar a la URSS con su esposa y prole más la promesa de que regresaría a Alemania cuando finalizara su trabajo, cosa que sucedió en 1955. Destino: Isla de Gorodomlya en el lago Seliger. Aquí se formó el NII*-88 bajo la dirección de Korolev, donde se concentraron todos los especialistas alemanes en cohetes en la URSS (voluntarios o no).

Contrariamente a la creencia popular, estos científicos alemanes gozaban de una decente calidad de vida, muy superior a sus colegas rusos ("de fuera vendrán..."), por ejemplo, no era raro encontrar en la isla apartamentos de dos o tres habitaciones, o dachas como la de Grottup, que además disponía de coche y chófer las veinticuatro horas, aunque no demasiados lugares a donde ir. Compárese con los barracones militares en los que vivían sus contrapartes rusas, jefe incluído. Pese a todo, los alemanes vivían aislados, pero no porque pudieran transmitir ideas raras y anticomunistas, sino para evitar linchamientos por parte de la población local.

Reorganizada la producción de V-2 por los rusos, se pusieron inmediatamente a probarlos en la isla. 11 V-2 fueron lanzados en 1947, de los cuales sólo 5 tuvieron éxito. Es un comienzo.
  
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* Vale la pena dedicar unas líneas para explicar el sistema técnico soviético, altamente jerarquizado. En la cima encontramos los NII, que se encargaban del trabajo científico básico siguiendo las directrices de la Academia Soviética de Ciencias. En el escalon inferior encontramos las "oficinas de diseño" o KBs, que convertían ese trabajo científico en aplicaciones prácticas para la producción en las fábricas estatales, llamadas GAZ.

Existía una segunda rama llamada "oficina de diseño experimental" (OKB), en principio y teoría independiente de las NII y se encargaba de proyectos aeronáuticos, sistemas de armas, submarinos, satélites, bombas atómicas y cosas por el estilo. Tenían una alta autonomía a la hora de crear un prototipo, que era presentado al cliente -el estado- que decidía si compraba o no. Era un sistema muy competitivo, donde las distintas OKBs que diseñaban tanques, por ejemplo, intentaban vender su modelo por todos los medios posibles, ya que el ganador recibía una enorme suma de dinero para seguir diseñando, por no hablar de la influencia y posible promoción política del ingeniero jefe. En el fondo, estos jefazos actuaban como empresarios en un sistema donde este concepto no existía.

Dino Dini


No le gustaba el fútbol. Así que el encargo de programar un juego de fútbol no le entusiasmó demasiado, pero la vida es así y hay que comer. Que te encarguen un trabajo así, de un campo que no conoces, tiene precisamente ese problema: que no tienes ni puta idea de que va la cosa.

Lo único que tenía a mano nuestro héroe, con una economía estudiantil, para ver como diablos eran los juegos de fútbol era una consola nintendo y un juego llamado Soccer. Este juego tenía una particularidad: el balón no quedaba pegado a los pies del jugador, sino que rebotaba y había que conducirlo dando toques cortos. Primera idea anotada.

También tenía una tele. Y se puso a ver partidos de fútbol como un lector de as cualquiera. Le resultó tan divertido como ver derretirse la nieve. En medio del sopor que le causaba el visionado de los partidos se le ocurrían ideas peregrinas, como por ejemplo contar los jugadores. 11 contra 11. Curioso. Ningún juego de fútbol tenía en cuenta esto. Todos eran 5 contra 5, 6 contra 6 o 7 contra 7. A esos programadores el fútbol les debía gustar aún menos. Segunda idea anotada.

Un profesional de los videojuegos no puede mantenerse al margen de los salones recreativos. Nuestro héroe se gastaba religiosamente los chelines-peniques-lo que sea que se gastara en el más cercano de su casa. Los juegos de fútbol, evidentemente, nunca le habían llamado la atención, pero empleo obliga. Y se fijó en uno japonés, con cheerleaders y todo, llamado Exciting Soccer 2. Lo que le llamó la atención es que la cámara estaba puesta arriba del todo, dando lugar a una vista de pájaro. Por las limitaciones de las máquinas de la época la vista 2D era mucho más apropiada, ya que permitía un juego más rápido. Tercera idea anotada.

Este mezclujo dio lugar a un juego llamado Kick Off y que tuvo un éxito importante. Con la economía resuelta se dedicó a desarrollar una segunda parte llamada Kick Off 2, con más éxito aún. Con tanto éxito que hoy día se juega de forma profesional a un juego lanzado en 1990 con campeonatos del mundo y todo. Por cierto, el vigente campeón del mundo es un danés llamado Dagh Nielsen.

Dino Dini desapareció de la escena de los videojuegos para dar clases de programación en no se qué universidad, lo que le proporciona el sustento, y a tocar la guitarra en pubs y cosas de esas. Si lo ven por ahí inviténle a una cerveza de mi parte y digánle que programó el mejor juego de fútbol de la historia. Que me perdonen los fans del Sensi. Los de fifa y pro no.

El hombre.




El juego de marras, jugado por un campeón del mundo.








Utopía

En el año 1516 un tal Tomás Moro publicó un libro llamado Utopia. En él mostraba lo fácil que era crear una sociedad donde reinara la justicia universal, y también mostraba las consecuencias. Moro describe una sociedad donde la propiedad privada no existe y cualquier elemento de la vida de sus ciudadanos está controlada por el estado. El estado de Utopía está aislado del mundo, y de hecho era una península que se convirtió en isla tras una obra monumental que involucró a toda la población. Utopía es un estado policial donde se fomenta la vigilancia entre ciudadanos, y como no existe la propiedad privada nadie posee su propia casa, que son propiedad estatal, lo que permite a la policía o a los chivatos de la poli entrar en ellas cuando quieran para controlar lo que se cuece.

Pues sí, Moro lo clavó, pero lo interesante del caso es como hacía Utopía la guerra. Todas las guerras que emprendía Utopía, sin excepción, eran en defensa propia y, por supuesto, para liberar a otros pueblos de la opresión. Moro describe también como gana Utopía esas "guerras de liberación". Cuando empieza la batalla, un grupo de soldados especialmente seleccionados y entrenados duramente, armados con largas espadas, se infiltraban detrás de la línea de frente, buscaban el cuartel general enemigo donde estaba el rey rival y lo capturaban o asesinaban, según convenía. En el siglo XX esto se ha llamado operaciones de decapitación.

Garbo

No, no me refiero ni a Greta ni a Jorge, sino a Juan Pujol, probablemente el único ser humano que fue condecorado por alemanes y británicos durante la II Guerra Mundial. Es lo bueno de ser agente doble.

Como era de esperar este hombre nació en Barcelona en 1912 en una familia bastante acomodada -su padre era industrial-. Creció educado en los principios democráticos y liberales, pero a pesar de todo cuando los republicanos le llamaron a filas el tío desertó al bando franquista.

Escarmentó pronto: En 1940 ya le quedó claro que el franquismo era un montón de mierda. Decidió hacer algo. Llegó a la conclusión de que si los aliados ganaban la guerra vendrían aquí y echarían al aflautado a patadas. Así que decidió actuar en consecuencia: Se fue a la embajada británica y ofreció sus servicios como espía. Nadie le hizo ni pastelero caso. Tendré que hacer algo para que los hijos de la gran bretaña me hagan caso, debió pensar. Así que se fue a la embajada alemana, soltó unos cuantos "heil Hitler" y rápidamente vió como el almirante Canaris le firmaba la nómina.

Su disfraz era perfecto: De familia adinerada y profundamente anticomunista, desertor de los repúblicanos y -aparentemente- fervoroso franquista y germanófilo. Tras un año de pruebas satisfactorias los nazis le asignaron su primera misión: Iría a Londres vía Lisboa para observar los movimientos de la Royal Navy.

Cuando llegó a Lisboa se ofreció a los británicos, que ya no pudieron decirle que no: Nada menos que el ojo de la Abwehr en Inglaterra acudió a ellos. Pese a los recelos iniciales -era posible que fuera un desinformador- rápidamente recibió el nombre en clave de Garbo por sus capacidad como actor, cualidad indispensable para un espía.

No hubo necesidad de ir a Inglaterra, en realidad. Se quedó en Lisboa escribiendo informes a los alemanes, y montando toda una falsa red. Entre sus informadores ficticios estaban un piloto alchólico de la RAF, un lingüista que hacía las veces de traductor para el MI5, un piloto anticomunista de la KLM que llevaba los informes vía Londres-Lisboa-Berlín...Se inventó las vidas de todos los miembros de su extensa red, incluyendo fallecimientos y demás desdichas. Se "movía" por Gran Bretaña gracias a una guía turística de la que sacaba los movimientos de trenes y demás detalles necesarios para que la historia colara. Y coló.

Finalmente en 1942 se estableció en Londres -ojo, para la Abwehr ya llevaba un año allí-. Ya entonces empezó a trabajar en una operación para hacer creer a los alemanes que el desembarco en Francia sería en Calais. Enviaba informes de movimientos de tropas, del número de divisiones, tanques, etc. todos desproporcionados para hacer creer a los nazis que el ejército aliado era mucho mayor de lo que en realidad era. Se trataba de hacer creer que Normandía iba a ser un ataque de distracción, y que el grueso del ejército (unas 40 divisiones que en realidad no existían) atacaría en Calais. De vez en cuando enviaba información verídica para que se pudiera comprobar, pero eso sí, con suficiente retraso para hacer un daño limitado. Hitler en persona leía sus informes, y así fue convencido por Garbo. Por eso tuvo el bigotín tanta fe en el desembarco en Calais ante la desesperación de su estado mayor que lo consideraba inverosímil.

Cuando acabó la Guerra Garbo, temeroso de ser descubierto y sufrir represalias, se marchó a Venezuela. Allí empezó una nueva vida: Se casó, montó sus negocios, se arruinó, volvió a montar sus negocios, volvió a arruinarse...No fue hasta 1984 cuando Nigel West lo encontró en Caracas. Su historia causó una gran conmoción en su familia: Juan jamás dijo una palabra de su pasado como espía.

Lean la historia completa en "Juan Pujol, el espía que engañó a Hitler" de Javier Juárez.

martes, 6 de marzo de 2012

Buran

En el principio fue el verbo y el shuttle iba a ser revolucionario ya que al ser reutilizable prometía un acceso barato al espacio. Hoy sabemos que no es así, e incluso a mitad del desarrollo la NASA se dio cuenta que si no hacían un porrón de vuelos no podría amortizar el proyecto, y se dio cuenta de otra cosa aún más grave: no había ningún sitio donde ir, porque su función primaria debería haber sido transportar tripulación y carga a una estación espacial que no existía: la skylab ya había palmado, su backup nunca fue lanzada ya que no había presupuesto ni quedaban cohetes Saturn, y la Freedom no era ni un boceto todavía -ni nunca sería más que eso-. Así que la NASA tomó la decisión -hoy sabemos que catastrófica- de sustituir con el shuttle a todos los cohetes convencionales de USA. Así se creaba una demanda de misiones y se podía seguir palante.

La NASA post-apolo estaba tan acosada por problemas presupuestarios como la de hoy, y tuvo que aceptar muy contra su voluntad el dinero del departamento de defensa. Hubo que cambiar todo el diseño porque los militares querían utilizar la base de Vandenberg y alcanzar órbitas polares, así que la forma de las alas cambió -en el diseño original eran rectas- para permitir las maniobras hipersónicas en la alta atmósfera y así pudiera aterrizar tanto en la citada Vandenberg como en Cabo Cañaveral.

Esta capacidad de maniobra en la alta atmósfera fue la que desencadenó el programa Buran ¿Por qué? Porque si el transbordador podía elegir donde aterrizar, también podía virar hacia Moscú y Leningrado y realizar un ataque nuclear por sorpresa. Por lo tanto llegaron a la conclusión que el Shuttle era un arma nueva y que la URSS no podía ser menos y tenía que tener lo mismo.


Así que los soviets se liaron la manta a la cabeza y se liaron a construir su propio transbordador, no sin la oposición inicial de la cúpula de ingenieros espaciales, que consideraban que iba a ser una ruina -acertaron-, y que iba a restar presupuesto a su objetivo particular, esto es, ir a la luna de una vez por todas. Precisamente lo único que podía poner en órbita un avión de 100t al despegue era el cohete lunar que Valentin Glushko estaba desarrollando, una bestia de la clase Saturn V/N-1 llamada poco románticamente RLA. Como a Glushko lo del shuttle le importaba tres pepinos no quiso saber nada en un principio, y ni hablar de renunciar a ir a la luna. Pero el superministro de defensa Ustinov, que firmaba su nómina, le convenció con sutiles razones para que aceptara el proyecto.

Ni que decir tiene que a Glushko no le hizo ni puta gracia, ya que tuvo que cambiar un proyecto complejísimo por otro más complejo aún y, lo que era peor, adiós luna. En fin, otra vez será.

Pero lo peor de todo para Glushko es que en el diseño inicial los motores principales iban a estar integrados en la lanzadera, lo que dejaba al pobre Valentin sin cohete ya que no habían rublos para las dos cosas.Así que acudió raudo a ver a Ustinov, y le convenció de la necesidad de un superlanzador: le habló de estaciones espaciales militares con armas láser, de enórmes satélites espías nucleares, de bombarderos orbitales autómaticos (de propulsión nuclear, por supuesto). Y le indicó que nada esto era ligero, que ni el Proton ni el Buran podría ponerlo en órbita, y que necesitaban un lanzador con capacidad para poner en órbita 100t mínimo. A Ustinov lo de los láser y tal debió molarle, porque ordenó cambiar el diseño del transbordador y, lo más importante para Gluskho, dio luz verde y rublos a su nuevo cohete, conocido a partir de ahora como Energia.


Aquí pueden ver como varió el diseño


Así que al final todos se quedaron contentos: Glushko porque tendría su cohete que le habría la puerta hacia la luna y los militares porque tendrían su juguete sin utilidad definida.

El desarrollo de la nave no fue muy largo para lo que se estila últimamente -la eternidad- y en 1988 la primera nave, bautizada Buran -"ventisca"- estaba en la rampa de lanzamiento, exactamente en la rampa 37 del área 110 del cosmódromo de Baikonur, en la misma rampa que entre 1968 y 1974 se había utilizado para lanzar los cohetes lunares N1. Cuatro lanzamientos, cuatro fracasos. En la misma rampa donde un año antes había despegado el primer cohete Energia, con la nave Polyus (¡¡¡un satélite de 80 toneladas!!!), una de esas naves con cámaras, radares, láseres, lucecitas, que tan dura se la ponía a Ustinov. El cohete funcionó bien, pero por un error de software los motores de la Polyus no se encendieron y reentró sobre el pacífico. Un dineral quemado. Los rusos dijeron que fue un vuelo de prueba suborbital. Ja.






15 de noviembre de 1988, 6 de la mañana hora de Moscú. Los ocho motores cohete del Energía, cuatro RD-0120 -equivalentes en prestaciones a los motores principales del Shuttle americano- y cuatro RD-170 -quizás el motor cohete más potente de la historia, para que se hagan una idea el cohete Zenit utiliza uno como primera etapa y es capaz de poner en órbita 14 toneladas- se ponen a quemar oxígeno e hidrógeno los primeros y oxígeno y queroseno los segundos. Haciendo honor a su nombre, la nave Buran despega en medio de una fuerte ventisca con rachas de hasta 20 m/s.


Ocho minutos después la nave Buran se separa de Energia y enciende sus propios motores para alcanzar la órbita prevista. Esta vez es un éxito y lo consigue. En tierra, como en la canción de mecano, gritos, risas, llantos y champán. Es un gran logro para todos, especialmente para los defensores de la aventura lunar, que tras casi 30 años intentándolo ya tienen un cohete efectivo con el que llegar a nuestro satélite. Y para los militares, que ven como su juguete funciona.

Para los fans del viaje lunar lo que pasara a partir de ahora con la nave les traía sin cuidado, pero no para los militares. No sé si he mencionado que la nave iba sin tripulación, y se controlaba exclusivamente por sus propios ordenadores, sin intervención del control de tierra. Quedaba probar que el modo automático funcionaba; es conocido que los soviéticos nunca confiaron en la habilidad humana para pilotar naves espaciales y automatizaban el vuelo todo lo posible, recuerden por ejemplo que en la Vostok 1 los mandos de la nave iban sellados, de tal forma que si se hubiera perdido el contacto con tierra Gagarin no habría tenido forma de regresar, ya que no podía pilotar su propia nave.

2 horas, 20 minutos y 7 segundos después del lanzamiento, sobre el pacífico sur, el ordenador de la nave cambió la orientación de la nave y encendió los motores. La nave empezó a frenar y en consecuencia a perder altura. Había empezado la reentrada. El habitual silencio tenso de cada reentrada se adueñó de toda la sala de control de vuelo cuando se cortaron las comunicaciones durante el proceso, algo natural debido al plasma que rodeaba la nave. Un silencio tres veces más largo que una misión Soyuz, ya que debido a la aeródinamica de la nave la maniobra de reentrada era más suave y lenta. Cuando se retomaron las comunicaciones el silencio dejó paso al pánico al comprobar que el ordenador de la nave había adoptado una ruta de aproximación distinta a la prevista. Algo había fallado y no podían hacer nada más que mirar como su nave se perdía. No quedaba otra opción que activar el mecanismo de autodestrucción. Esperen, en las lecturas hay fuerte viento cruzado, es posible que el ordenador haya reaccionado a esto. Compruebe la ruta. Esperen. Esperen. Esperen. Hacia Yubileyniy, como previsto. Ufff.

Efectivamente, el ordenador había reaccionado a las malas condiciones meteorológicas buscando otra ruta para llegar a su destino. Otro éxito de funcionamiento ante una prueba imprevista. Todo iba muy bien. Exactamente un segundo antes de lo previsto, Buran aterrizó en la pista de Yubileyniy sin ninguna intervención humana. Durante todo el vuelo, la única vez que los humanos intervinieron fue para ordenar el despegue...y para intentar y a la vez evitar la autodestrucción de la nave.



Fue un gran éxito tecnológico para los soviéticos. Y fue el único vuelo. Jamás una nave Buran volvería a volar. La nueva Rusia heredó el sistema y se preguntó ¿para que sirve? ¿Para llevar carga y tripulación a la Mir? Buran tiene una masa de 100t y Mir, en 1991/92, con los módulos Kvant, Kvant-2 y Kristall, unas 70t. Vale más el cascabel que el gato. Eso ya lo podemos hacer con la combinación Soyuz/Progress a un coste efectivo y con total seguridad. Cada vuelo de Buran cuesta más que la carga que tiene que llevar. Necesita más vuelos de prueba. Necesita una prueba de cita espacial. Caro. Carísimo. No podemos asumirlo.

¿Y la Mir 2? No habrá Mir 2. No podemos construir una estación espacial con módulos de 100t porque esto es la rusia de Yeltsin y todo el dinero se lo han llevado los oligarcas. Acéptalo, nuestro transbordador no tiene donde transbordar. No nos sirve. Fuera. Cancelado. A los museos. La vida.

¿Y la luna? No habrá misión tripulada a la luna ¿No has oído lo que acabo de decir? Yeltsin, oligarcas.

¿Y el Energia? Se acabó. No volará más. Pero podemos rentabilizarlo vendiendolo a trozos. A los americanos les hemos vendido una versión capada del RD-170, con dos cámaras de combustión en vez de cuatro, y han flipado. Capado y todo es mejor que el mejor de sus motores que pueden meter en un cohete. Sí, que mierda de motores tienen. Pensar que llegaron a la luna y nosotros no. Dan ganas de tirarse al Volga.

Ramsay

-Que mala suerte, camaradas. Con lo grande que es Rusia y no podemos retroceder: detrás tenemos a Moscú.

El general Ivan Vasilyevich Panfilov, a quién sus soldados llamaban papá, hablaba así a sus hijos de la 316 división de fusileros poco antes del inminente ataque alemán contra Moscú, quee iban a ser ellos los primeros en recibirlo. La división fue machacada, aunque les llevó más tiempo a los alemanes de lo previsto y, ciertamente luchó hastá a la muerte: el propio Panfilov resultó muerto fusil en mano y del segundo batallón del regimiento 1075 sólo quedaron tres supervivientes. Lo poco que quedó de la división, más o menos esos tres soldados, fue rebautizada como la 8ª división de guardias conocida con el sobrenombre de los panfilovsky.

Su sacrificio no fue en vano: mientras Panfilov y sus hijos luchaban para impedir la entrada de los alemanes en Moscú, justó detrás de la ciudad estaba acumulando tropas Georgiy Konstantinovich Zhukov. Y no eran las consabidas tropas de reserva, con sus soldados viejos y gordos, eran los mejores soldados de la URSS, traidos directamente de Siberia, las mismas tropas que habían derrotado a los japoneses en Khalkhin Gol y que ahora se disponían a lanzar un brutal contraataque contra la Werhmacht. Y lo lanzaron, y salvaron Moscú.

Sin embargo, traer a esas 17 divisiones de Siberia - llegaron a traer más de 50 - significaba que la peligrosa frontera con Japón quedaba completamente indefensa. Si los japos hubieran atacado, habrían llegado hasta el mismo Moscú...Pero nunca atacaron y nunca tuvieron intención de atacar, pero eso Stalin no podía saberlo ¿O sí?

La historia de los Panfilovtsy, las 17 divisiones siberianas y la salvación de Moscú bien podría empezar en el año 1895, cuando un niño llamado Richard Sorge nace en Bakú. Su padre, ingeniero de minas, encuentra trabajo en Alemania dos años después y el pequeño Richard es criado como alemán, tan alemán que participa en la primera guerra mundial ganando una cruz de hierro. Pero como era así rojillo y le venía de familia -su madre era rusa...y comunista- se afilia en secreto al partido comunista alemán en 1925. Lo del secreto fue clave como veremos después. Al poco, y también en secreto, viaja a la URSS para ver con sus propios ojos el paraíso de los trabajadores. Allí lo capta la NKVD y lo recluta como agente, con el nombre en clave de Ramsay.

Su vida no cambia mucho cuando vuelve a Alemania. Se hace periodista y se va a China donde entra en contacto por primera vez con los japoneses. A su regreso a Alemania se hace miembro del partido nacional socialista, lo que le reporta buenos contactos: para él era fácil. Era un encanto, fiestero y putero, lo que hace que trabe una buena amistad con Eugene Ott, que posteriormente sería agregado militar en Tokyo, con el que compartía gustos.

A mediados de 1933 Eugene Ott es destinado a Japón y detrás va nuestro Richard como corresponsal en Japón de un diario de Frankfurt. Allí montó una pequeña pero eficaz red de información que tenía total libertad de movimiento. En un japón germanófilo y fan de todo lo que fuera fascismo un tipo como Sorge se movía como pedro por su casa. Era invitado a todas las fiestas donde los militares se emborrachaban y largaban que daba gusto, su afición a las putis y a llevar a sus presas de putis -pagaba él- le hizo ganar confianza y puntos de popularidad. Y esa es la clave para obtener información: que confíen en ti.

Eugene Ott confiaba en él, aparte de eso, porque le pasaba informes puntualmente sobre las actividades japonesas y todo lo que oía en esas bukkakes. Ciertamente, con su cobertura de periodista era un buen espía y a Alemanía le convenía saber las intenciones japonesas. El tal Ott se enamoró definitivamente de él cuando consiguió la amistad del secretario personal del mismísimo Togo, al que le sacaba todo lo que un nazi quería saber sobre Japón y sólo se atrevía a preguntar en una orgía. Pero había un truco. Por esas casualidades de la vida el secretario este resultó que era comunista y pasó a la red de Sorge.

Mientras Eugene Ott era engañado como un chino por un falso nazi y un japonés comunista nuestro Richard movía sus hilos y tejía su red, todos nazis de toda la vida tan falsos como él -excepto Eugene Ott, claro- y todos aficionadísimos a irse de soapland, el tiempo pasaba y en esto estamos en 1941, con una guerra en Europa y algo más gordo en preparación. Como estaba todo el día en la embajada alemana y nadie preguntaba nada, se puso a husmear en los cajones y encuentra ¡tachán! las claves del krieggsmarine que algún incauto había dejado por allí, que al día siguiente ya estaban en Moscú. Y gracias a su amigo el secretario tuvo acceso a los planes japoneses, así se enteró de que planeaban atacar en el sur y que, en caso de necesitarlo, tenían preparado un ataque a la principal base naval americana que se ejecutó tal y como había enviado Sorge a Moscú.

Allí estaban desconcertados con tanta información y tan buena. Suele ser prudente no creerte todo lo que te llega, y más si se cumple con total exactitud, y de hecho, no creyeron a Sorge y pensaron que los alemanes le habían dado la vuelta. Así, cuando les llegó la fecha del 20 de junio de 1941 como la del ataque alemán no le creyeron. El 22 de junio de 1941 Alemania invadió la URSS, y fue entonces cuando Richard fue tomado en serio: ningún agente doble advertiría de un ataque. Desarbolados por los alemanes, con millones de muertos y los mejores ejércitos de la URSS occidental exterminados, necesitaban reservas, pero no reservas cualquiera, reservas efectivas y que pudieran luchar.

La URSS tenía esas reservas. Estaban en Siberia, vigilando la frontera japonesa. Como ya hemos dicho eran tropas muy buenas, acostumbradas a luchar en temperaturas extremas y con experiencia de combate, y para variar experiencia victoriosa. La URSS necesitaba esas divisiones en occidente, pero no podía moverlas por si acaso Japón atacaba ¿pero iba a atacar? Sólo había una forma de saberlo: Richard Sorge.

Y Richard Sorge respondió a la petición urgente de información. El ataque japonés se iba a producir en el sur e iría dirigido contra USA y Gran Bretaña, no contra la URSS. Para llevar a cabo la blitzkrieg japonesa usarían a sus tropas en Manchuria, que sustituirían por reservas que tendrían funciones estrictamente defensivas. Japón sólo atacaría la URSS si caía el gobierno comunista para quedarse con los pedazos de extremo oriente y tuvieran un garantizado un 100% de éxito en el ataque, que básicamente se produciría si caía Moscú y los alemanes cruzaban el Volga y se hacían con el petróleo del cáucaso, y siempre después de haber derrotado a los británicos y americanos en el sur. En resumen, solo atacarían si los alemanes iban claramente ganando. Eso significaba que podían llevar esas tropas a occidente sin temor, de momento, a una puñalada por la espalda.

Los siberianos lucharon y ganaron, los alemanes nunca cruzaron el Volga y el ataque japonés nunca se produjo, como había dicho Sorge. Ese movimiento de tropas salvó a la URSS y fue clave en la victoria sobre el nazismo. Pero como pasa tantas veces en la historia, alguien sospechó del movimiento de tropas. En Japón les pareció muy raro que dejaran desprotegida una frontera por la que los soviéticos habían luchado a muerte. Eso significaba que sabían que Japón no les iba a atacar ¿Como lo sabían?



El alcohol, causa y a la vez solución de todos los problemas, fue la perdición de Richard Sorge. En una noche de putis el secretario ese bebió más de la cuenta y se fue de la lengua - no en el sentido sexual- y presumió de sus hazañas con la chica que había elegido para pasar el rato. Desgraciadamente la chica resulto ser una informadora de la Kempei Tai, la gestapo japonesa. El secretario ese -tendría que mirar como se llamaba pero a estas alturas no estamos para arabescos- es detenido esa misma noche y cantó como un canario. Pero la simple confesión no bastaba: Sorge era alguien respetado en japón, miembro del partido nazi y corresponsal de un periódico alemán, no podían usar la confesión de un borracho como prueba. Así que le tendieron una trampa a ver que pasaba.

La trampa fue una señora de muy buen ver, casada por más señas, de buena familia y tal a la que Sorge llevaba un tiempo intentado tirarse sin el menor éxito. La Kempai Tai convenció a la señora de que su deber patriótico era liarse con Richard, y como se ve que la señora era patriota accedió. Tras unos cuantos polvos la relación se fue consolidando y la señora pudo cotillear en casa de su amante. Y vio una escena poco común: Sorge metía unos papeles en una carpeta y salía en plena noche en un parque cercano a su casa donde la escondía, evidentemente para que lo recogiera su contacto. Esa misma noche Sorge fue detenido, juzgado y condenado a muerte. Por si se lo preguntan, su contacto que se dirigía felizmente a recoger el encargo de su jefe también fue detenido.

Eugene Ott estaba indignadísimo ¡Su amiguito del alma había sido acusado de espionaje! ¡Pues claro que espiaba, putos japos, pero para mí! Eugene pataleó, lloró y puso la mano en el fuego por su amigo, e impidió que fuera ahorcado in situ por los cojones. No consiguió que lo liberaran, pero al menos consiguió un aplazamiento y un juicio con su abogado, fiscal y tal.

Eugene Ott quiso que se le tragara la tierra durante el jucio. En lugar de negar las acusaciones Sorge lo admitió todo sin el menor empacho: era un espía de Stalin, había hecho de agente doble usando la cobertura del partido nazi, del periódico de Frankfurt y de Eugene Ott, que indirectamente fue acusado de espionaje al utilizar a Sorge. Cuando el fiscal le dijo que podía salvar la vida pidiendo perdón y colaborando -vamos, cantando-, Richard dijo que de perdón nada, que estaba orgulloso de lo que había hecho, que además se lo había pasado en grande haciéndolo y que lo volvería a hacer si tuviera oportunidad.

El resultado: Richard Sorge fue colgado el 7 de noviembre de 1944. Pasó mucho tiempo sin que los japoneses supieran saber que hacer con él. Podían cambiarlo, pero sabía demasiado sobre ellos como para dejarlo ir. Podían repatriarlo a Alemania y que le dieran allí su merecido, pero no se fiaban de como iban a usar los alemanes la información. De hecho, hubo intentos de cambio con la NKVD, pero esta negó conocer a Sorge y muy probablemente y dado el secretismo de las operaciones de la época es muy probable que el oficial chekisti dijera la verdad y no supiera nada del tema. Así que no quedó otra que cargárselo, por si acaso.

Epílogo: Richard Sorge salvó al mundo de los nazis y se lo pasó de puta madre haciéndolo. Tomen nota



Gracias, fútbol

Pocos deportes pueden presumir de tener practicantes tan heterogéneos. Desde garruleitors de discoteca tipo Cristiano Ronaldo a cristianos militantes como Rivaldo, pasando por vividores como Romario o caraduras como Ronaldinho, por no hablar de mesías tipo Mourinho.

Nada distinguiría, sin embargo, al fútbol de otro deporte sólo por estos nombres. Por ejemplo, van a encontrar lo mismo en la NBA. Pero lo que no van a encontrar es a un tipo como Sócrates Brasileiro Sampaio de Souza Vieira de Oliveira. Hijo de un padre (sí, ya sé) con mucha pasta que adoraba la filosofía griega hasta el punto de bautizar a sus hijos como Sócrates, Sófocles y Sóstenes y que detestaba el fútbol hasta el punto de prohibir jugar a sus retoños. No tuvo éxito en su empeño, ya que otro de sus hijos, Raí, ignoró el veto paterno y acabó levantando la copa de campeón del mundo en 1994. Pero esa es otra historia.

Sócrates no sólo se conformó con jugar al fútbol y ser uno de los mejores del mundo. Doctor en filosofía y doctor en medicina, admirador del Che y rebelde con causa, lanzó un desafío a la dictadura militar que por entonces gobernaba Brasil. Lideró la revolución en su club, el Corinthians, e instauró lo que se llamó la democracia corinthiana. Fue algo único y nunca visto. Todas las decisiones se tomaban por votación. Las alineaciones, los fichajes, las bajas, la contratación de un nuevo entrenador, las concentraciones, las horas de entrenamiento, todo. Y votaban todos: jugadores, directivos, empleados. Y valía lo mismo el voto del presidente que el del utillero. Y les fue bien. O timao (el equipazo) liderado por Sócrates y un puñado de nombres míticos como Vladimir, Casagrande, Zenon y Biro Biro ganó los campeonatos del 82 y 83.

Pero no quedó ahí la cosa. Salían al campo, en plena dictadura, con pancartas pidiendo democracia, elecciones, libertad, con lemas en las camisetas pidiendo la dimisión de los militares, y generando un movimiento social prodemocrático al que adherieron gente como Gilberto Gil o Caetano Veloso, que llegaron a inmortalizar al Corinthians en sus canciones. Sucedió lo contrario que en cualquier dictadura, donde el deporte y los éxitos deportivos se convertían en propaganda, aquí el deporte se convirtió en un ariete contra el régimen dictatorial y en una forma de concienciar a la sociedad.

Sócrates murió el 4 de diciembre de 2011.


De palas y soldados

Cada soldado soviético recibía nada más empezar su servicio una pequeña pala. Cuando el oficial a su mando lo consideraba necesario les ordenaba cavar. En tres minutos debían ser capaces de hacer un agujero en el suelo lo bastante grande como para poder esconderse en él, con la tierra excavada formando un pequeño parapeto que también servía de camuflaje. Si un tanque les pasaba por encima tenían un 50% de posibilidades de sobrevivir -compárese con el 0% si les pasaba sin estar enterrados-. En cualquier momento su oficial les podía ordenar avanzar, pero mientra no lo hacía el soldado seguía cavando hasta formar una mini trinchera desde la cual podía disparar. Así hasta que los ordenaran avanzar a otra posición y cavar un nuevo agujero.

Pero había otra clase de soldados que no cavaban y usaban la pala de otra manera. En sus manos, la pala se convertía en un arma silenciosa y precisa que servía para matar en total silencio. La pala reglamentaria del ejército soviético medía -y en la del ruso, ucraniano y demás ex-soviéticos sigue igual- 50 centímetros de largo, con una hoja que medía -mide- 15 centímetros de ancho y 18 de largo, lo que da mayor alcance que el tradicional cuchillo y más precisión que el también tradicional cuchillo balístico. Esa clase de soldados mataba -mata- con un golpe seco de la hoja de la pala en el cuello. Esa clase de soldados tenía la misión de operar tras las líneas enemigas en total silencio, por lo que la pala se convirtió en su arma principal, por delante de su Kalashnikov.  La guerra en PepeMusic FM.