jueves, 8 de marzo de 2012

Las hermanas Polgar (I): Susan

Allá por los 60 un húngaro fanático del esperanto llamado Lazlo Polgar tenía una teoría. Afirmaba que los niños prodigio no nacían, se hacían centrando su educación en una materia exclusiva, o casi exclusiva, desde muy pequeños. Cuando contrajo matrimonio y tuvo en serie tres hijas se frotó las manos: ya tenía sujetos para demostrar su teoría.

Las niñas en cuestión se llamaban, por orden de aparición, Susan, Sofia y Judit. Inicialmente la materia exclusiva iba a ser las matemáticas, enseñadas en esperanto por más señas. Aunque sucedió un accidente que lo cambió todo.

Jugando al escondite con su madre Susan se metió en un armario y encontró un extraño objeto. Una tabla de madera con casillas blancas y negras que se alternaban, y unas extrañas figuras que también alternaban colores. Intrigada, le preguntó a su madre que era eso. Su madre le explicó las reglas básicas del juego. Tenía cuatro años. A las pocas partidas ganaba siempre a su madre.

Eso hizo cambiar al padre de opinión sobre la materia exclusiva. Lazlo era un decente jugador, pero antes de dar el paso decidió hacer una prueba. La llevó a su club de ajedrez.

Y ahí tenemos a Lazlo y Susan entrando a una sala llena de humo y de cincuentones con sobrepeso fumando y jugando. De hecho, cuando Lazlo entró al club pensaron que era él quién iba a jugar. Tras el recelo primero y burlas después permitieron que la niña jugara. Las risas se transformaron en caras sonrojadas cuando la niña empezó a darles mate. Ya no había dudas. Lazlo convertiría a sus hijas en profesionales del ajedrez.

Empezaron los torneos. Con esos mismos cuatro añitos ganó el campeonato de Budapest sub-11. Jugando con  niños que le sacaban siete años. Diez partidas, diez victorias.  A los doce años ganó el campeonato del mundo sub-16. A los 15 años ya era la número uno del mundo en categoría femenina. Fue por esa época cuando Lazlo tomó otra decisión: ya no jugaría con mujeres. Jugaría contra hombres.

Susan recuerda que no fue bien recibida en esos torneos masculinos "me hacían sentir como una intrusa (...) cuando ganaba no me daban la mano y decían que habían perdido porque se encontraban enfermos." y medio en broma medio en serio dice que "en toda mi carrera no he vencido a un sólo hombre sano".

Susan ganaba mucho. Y en consecuenca los hombres enfermaban, mucho. A los 23 años consiguió el título de gran maestro (maestra en este caso), la primera mujer en conseguirlo. Bien es cierto que Nona Gaprindashvili, y si no recuerdo mal Vera Menchik, también lo tenía pero a título honorario, no ganado compitiendo como Susan. Por esa época un patrocinador puso mucho dineró encima de su mesa para que volviera a jugar contra mujeres. Arrasó. Aunque falló en su primer intento, al segundo consiguió ser campeona del mundo.

No le duró mucho. La defensa del título coincidió con el nacimiento de su primer hijo, por lo que pidió un aplazamiento. La federación china hizo todo lo posible para que no fuese aceptado y quitarle el título. Lo consiguió. Muy cabreada, Susan se negó a volver a jugar competiciones femeninas. Emigró a Estados Unidos, adoptó la nacionalidad y se convirtió en entrenadora. Como jugadora se semiretiró, aún así sigue jugando la olimpiada. Y en 2006, en un torneo Nueva York, muchos hombres volvieron a enfermar. Quedó segunda por detrás de Gata Kamsky. Los grandes maestros Alexander Onischuk, Boris Gulko, Ildar Ibragimov y Alex Stripunsky engrosaron la lista de enfermos.

Susan Polgar, más o menos hoy...

Susan Polgar jugando contra el ex-campeón del mundo Mikhail Tal. La partida acabó en tablas. La niña que se ve al fondo es su hermana Judit. Esta foto históríca la encontré en el blog de Antonio Gude, que aprovecho para recomendar.
Sí, esta foto es justo lo que parece. Susan Polgar adolescente jugando Fischer Random contra ¡Bobby Fischer!   Bobby Fischer estuvo un tiempo viviendo en casa de los Polgar, hasta que descubrió que eran judíos y se fue sin despedirse. Era un encanto, como pueden ver. Sí, le dedicaré una entrada que el tipo da mucho juego.

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