domingo, 23 de diciembre de 2012

24 de diciembre de 1914

No hace falta conocer mucho sobre la psicología humana para comprender que hubieran preferido seguir en su pueblo, persiguiendo a las típicas mozas para terminar dándose un revolcón sobre el heno de un pajar cualquiera antes que ser reclutados a la fuerza, deshumanizados tras un duro entrenamiento militar, y terminar enterrados en unas trincheras que ahora era su hogar, muy lejos del suyo real. Un hogar frío y siniestro donde las balas, las granadas, las enfermedades, y sobre todo la estupidez y miseria de sus comandantes que los enviaban a pecho descubierto contra nidos de ametralladoras "por cojones" hacía que murieran por miles de las formas más horrenda posible. Era el destino de cualquier chaval europeo que tuviera la mala suerte de cumplir 18 años en 1914.

Pero un hogar es un hogar, y en navidades un hogar se decora. Y eso se hacía en las trincheras alemanas, muy próximas a las inglesas. Tan próximas que los ingleses podían escuchar con total claridad como cantaban Stille Nacht, que es como se dice en alemán Noche de Paz, entre tiro y tiro y obús y obús. no se puede hacer la guerra cantando villancicos, así que en el lado inglés cesó el tiroteo y la artillería y los soldados también se pusieron a cantar. De repente el campo de batalla cambió el silvar de las balas y el estallido de los obuses por villancicos probablemente mal entonados.

Unos valientes se atrevieron a adentrarse en tierra de nadie para saludarse formalmente con sus "enemigos". Niños igual que ellos. Intercambiaron regalos, raciones, efectos personales. Se dieron la mano, se abrazaron. Bebieron juntos. Rieron. Lloraron. Retiraron los cadáveres de sus camaradas y les dieron sepultura allí mismo, sin importar el bando. Y cada vez más soldados les seguían. Aquello ya no era una batalla. Era una fiesta.




Las llamadas al orden de los oficiales no fueron escuchadas. Por una vez se cumplió eso tan bonito de "imagina que hay una guerra y no vamos nadie". Se organizaron partidos de fútbol y gracias a las cartas de los soldados a sus familiares sabemos de uno en el que los alemanes ganaron a los ingleses 3 a 2. El partido más documentado fue el que jugaron el día de navidad los soldados del 1º batallón de los Fusileros Reales de Gales contra el batallón 371 de infantería alemán. De nuevo la victoria fue para los germanos por 2 a 1. Este partido congregó a más de mil espectadores en tierra de nadie.

Todo el frente se paralizó. Para ponerlo en marcha tanto ingleses como alemanes enviaron una buena cantidad de tropas de la policia militar. Esta vez fueron los oficiales de ambos bandos, que sólo veían la guerra en los mapas, los que colaboraron gustosos. Pasaron un mal trago: la tregua de navidad fue tan generalizada que nada menos que hasta febrero no se recuperó la normalidad bélica, leáse que los gordos generales pudieron volver a jugar matando niños desde la comodidad de sus sillones. Los implicados eran enviados a batallones de castigo mientras la censura militar trataba de borrar este hecho de la historia.

El alto mando inglés y alemán llegaron a un acuerdo para que un fenómeno semejante no se repitiera jamás. Hasta el fin de la guerra el periodo navideño vería los peores bombardeos del conflicto, pero no sobre ningún objetivo real. Se bombardeaba la tierra de nadie, el espacio que separaba las trincheras de unos y otros, para evitar estos encuentros. Consiguieron su objetivo. La guerra continúo con normalidad hasta sumar 10 millones de muertos. Nada aprendido y nada ganado. Todo perdido.


Pero en la nochebuena de 1914, en las trincheras de Bélgica, apareció un espíritu más fuerte que la guerra. Las fronteras desaparecieron, y cuando todos se unieron decidieron no luchar. Como dijo el capitán Blackadder, interpretado por Rowan Atkinson, en el episodio final de la serie Blackadder Goes Forth "se avanzó más en una noche de paz que en dos años y medio de guerra".

martes, 4 de diciembre de 2012

Prva Liga 84/85


Primera jornada de la liga. Sibenka Sibenik-Cibona de Zagreb. Drazen Petrovic regresa a casa, a su antigua cancha, al equipo al que hizo campeón de liga. Bueno, casi. Sibenka 93 Cibona 120. Drazen Petrovic, 55 puntos. No tiene el menor empacho en mofarse de su antigua afición, celebrando cada canasta como si fuera un gol, levantando los brazos, saltando sin parar. Invasión de cancha al terminar el partido y el equipo de Zagreb saliendo por pies para evitar ser linchado. Esa sería la tónica en los partidos fuera de casa del Cibona.

Petrovic encajaba como anillo al dedo en el no-sistema de Novosel. Arropado por su hermano Alexander, que ya cuenta con dos títulos de liga, y un grupo de jugadores imprevisibles y geniales monopolizan toda la temporada. Con Cutura, Knego y Nakic completando el quinteto suman 19 victorias y 3 derrotas. Tras ellos, el Estrella Roja de Ranko Zeravica, que se ha rejuvenecido y la media de edad es un año inferior a la de la temporada pasada. Con Zoran Radovic y Stevan Karadzic subiendo el balón, Zufer Avdija e Ivo Petovic en las alas y Pedrag Bogosaljev de pívot tenían un quinteto capaz de ganar a cualquiera desplegando además un juego espectacular, complementados desde el banquillo por el polivalente Boban Jankovic, el cañonero Slobodan Nikolic y el cerebral Zoran Sretenovic.

El gran objetivo del Cibona era la Copa de Europa. Drazen Petrovic promedia en la liguilla previa (Cibona 7-3, incluyendo victorias contra el Real Madrid, Virtus, Roma, CSKA y Maccabi) 31,81 puntos por partido, celebrados con la habitual fanfarria, especialmente contra el Real Madrid, que hace que la prensa española brillen los adjetivos payaso, provocador, bufón. Cibona parece solo él, un genuino one-man-team. Pero nada más lejos de la realidad.

La final es, precisamente, contra el Real Madrid. La consigna es parar a Petrovic como sea. Y al principio se consigue, pero no sirve para nada. Porque cuando la tela de araña tejida por Lolo Sainz consigue dejar a Petrovic en 10 puntos, los tiros de siete metros de Alexander y Cutura y la efectividad de Knego y Nakic en el rebote ofensivo ponen a los lobos de Tuskanac por delante. Cuando el Madrid trata de cerrar la hemorragia generada por los supuestos secundarios, se acabó. Drazen sube hasta los 36 puntos. Novosel pide un tiempo muerto con todo decidido a falta de veinte segundos. La Cibona de Zagreb se convierte en el segundo equipo yugoslavo -el primero fue el Bosna de Sarajevo- en levantar la Copa de Europa.



Estrella Roja y Cibona repetirían final. El Estrella Roja dejó en el camino, al Buducnost de Pogdorica (un equipazo con Dusko Ivanovic, Zarko Paspalj y el futuro jugador del Pamesa Sasa Radunovic) , Zadar (ya tenía a Stojan Vrankovic) mientras que Cibona arrasó al Borac de Cacak y al Partizan (fue el año del debut de Alexander Djordjevic, además contaban con Danko Cvjeticanin).

Una final dura y tensa. Muy tensa. Cibona gana el primer partido en Zagreb 97 a 88. Los de Belgrado frenan a Petrovic (18 puntos) pero no pueden con el resto, y con Knego(24) y Nakic(19) dominan los tableros y se imponen con comodidad. En Belgrado, con los ultras desatados lanzando toda clase de objetos al banquillo croata, se llega a un final igualado. 90-89. Petrovic fuerza la falta...¡y falla los dos tiros libres! Jankovic no falla en el contraataque y pone el 92-89 a falta de veinte segundos. El balón va a Petrovic para el triple...¡y vuelve a fallar! Que el Estralla Roja fuera capaz de forzar el partido de desempate fue visto como una hazaña.

Aquí no hubo historia. Petrovic apretó el acelerador y con un juego marca de la casa desquició a los de Zeravica, que llegaron al descanso diecinueve puntos por debajo (67-48). La Cibona les había metido 67 puntos en 20 minutos. A pesar de todo, lo intentan y están cerca de conseguirlo, liderados por un Jankovic que juega a un nivel altísimo. Pero el show de los Petrovic les saca de quicio. En cada canasta no escatiman ninguna burla. Alexander sube el balón haciendo un bailecito y Karadzic le da una patada. Viendo que no pueden más, y creyéndose perjudicados por un arbitraje que le consiente todo a los Petrovic, amagan con retirarse. Finalmente no lo hacen y la sangre no llega -más- al río. Cibona gana 119-106 y se proclama campeón de liga.


Quedaba la copa. El rival, Jugoplastika de Split, penúltimo en la liga y salvado del descenso gracias a un triple sobre la bocina de Velimir Perasovic, lo que le permite superar por sólo un punto en basket average al Radnicki y mantener la categoría. Ningún problema. Cibona 104 Jugoplastika 83. Triplete. Y con una chulería que convertían a Slavnic y Kikanovic en ejemplos de fairplay. ¿Hay algún equipo que pueda frenarlos?