jueves, 8 de marzo de 2012

Excusas

Como buena leyenda existen muchas historias que tienen como protagonista al maestro de ajedrez Aaron Nimzowitch. Tantas que es difícil distinguir la realidad de la ficción. Esta que les voy a contar es apócrifa... muy probablemente. O quizás no. Quién sabe.

Cuando nuestro protagonista ganaba un torneo solía decir:

 -He ganado pese a las condiciones de la sala, con poca luz, unas sillas demasiado altas, un público ruidoso, un olor desagradable que venía de los aseos. Que gane el torneo en estas pésimas condiciones demuestra lo bueno que soy.

Cuando perdía solía decir.

-He perdido debido a las condiciones de la sala, con poca luz, unas sillas demasiado altas, un público ruidoso, un olor desagradable que venía de los aseos. Era imposible concentrarse y mis oponentes me han ganado porque estaban resfriados y no olían nada.

Un organizador tomó buena nota de estas declaraciones. Así que se esforzó para que la sala de juego estuviera impecable. La luz justa, clara pero sin molestar. Las sillas, ni altas ni bajas. Controló al público de tal forma que reinara un impecable silencio. Revisó a fondo los aseos para asegurarse que no hubiera ningún olor que perturbara la concentración de lo jugadores.

En estas condiciones se sentó Nimzowitch a jugar su primera partida. De repente, vió entrar al satisfecho organizador en la sala. Saltó como un rayo hacía él y le dijo:

-¡Es usted un ser despreciable! ¿Qué excusa voy a poner ahora si pierdo?


No hay comentarios:

Publicar un comentario