domingo, 25 de noviembre de 2012

Prva Liga 83/84

En la antigua Yugoslavia cumplir el servicio militar era un deber sagrado, y no se escapaba nadie, aunque se llamara Drazen Petrovic. Con el Mozart del baloncesto en un cuartel de Belgrado el subcampeón oficial y campeón oficioso del año anterior perdía a su principal argumento y no pudo repetir el éxito de la temporada anterior. El otro protagonista, el Bosna de Sarajevo, quedó cuarto con la principal baja de Radovanovic que viendo en el horizonte el final de su carrera fichó por el Stade Français de, como su nombre indica, la liga francesa, para así asegurarse la jubilación.

Los dos grandes dominadores de la liga fueron Cibona de Zagreb (16-6) y Estrella Roja de Belgrado (14-8). Tras ellos, con 13 victorias, Zadar, Bosna y Sibenka. Aunque la diferencia entre los dos primeros y el resto era mayor que esos números indicaban. En los play-offs el Cibona se  deshacía sin problemas del Radnicki y Bosna y Estrella Roja hacía lo propio con su eterno rival, Partizan, y Zadar.

La final enfrentaba a dos equipos, como diría el señor Miyagi, diferentes pero iguales. El equipo de Zagreb estaba en plena madurez con Alexander Petrovic, Mihovil Nakic, Andro Knego, Zoran Cutura y Sven Usic, que habían ganado la liga de 1982 arropando a Kresimir Cosic, con Mirko Novosel en el banquillo. Por contra, Estrella Roja era un equipo muy joven donde el llorado Slobodan Jankovic e Ivo Petovic (ambos con 19 años) eran ya titulares y estrellas acompañados por un grupo de jugadores que no superaba los 25 años de media: Zoran Radovic, Pedrag Bogosaljev y sobre todo Slobodan Nikolic, la referencia anotadora. Dirigidos por Ranko Zeravica, hasta su asistente era una joven promesa: Bozidar Maljkovic.

Ambos equipos no eran flor de un día y representaban años de trabajo por parte de sus respectivos entrenadores. No podía ser de otra manera, ambos fichaban jugadores muy jóvenes que tenían cualidades (o futuras cualidades) que sólo veían ellos. Pero lo que marcó definitivamente a ambos entrenadores fue entrar en contacto directo con el baloncesto universitario americano.

Es poco conocido que, desde los primeros sesenta hasta bien entrados los setenta, tanto la selección como los principales clubes realizaban cada primavera una extensa gira por los Estados Unidos donde se enfrentaban a las mejores universidades. Allí se encontraron con un baloncesto que estaba a años luz del europeo: Defensas asfixiantes, presión a toda pista que hacía que pasar del medio campo fuera una proeza, derrotas por más de 50 puntos. Aún así, fue muy positivo. Los entrenadores yugoslavos, entre ellos Zeravica, entraron en contacto con gente como John Wooden o Dean Smith, que les abrieron las puertas de par en par y nunca escondieron su simpatía por los yugoslavos.

Estos tardaron tres años en obtener una victoria. Pero no era eso lo importante. Lo importante fue lo que se trajeron de allí. En el caso de Zeravica, fue el run and gun: correr y tirar. Se convirtió en un dogma en sus equipos. Ranko fue a USA con todo un libro sobre táctica, movimientos, jugadas. La libertad organizada que predicaba Alexander Nikolic. Al volver, lo tiró a la basura y se centró, simplemente, en correr y tirar. Tan sencillo como suena. Un ataque de triángulo, balón al pívot, bloqueo, corte, pase y tiro. Todos siempre en movimiento. Y en defensa, justo lo que les había hecho sufrir en los USA: agresividad, buscando robos de balón y tiros incómodos del rival para poder salir al contraataque, el otro de sus dogmas de fe.

Ranko Zeravica, seleccionador de Yugoslavia en el Mundial de 1970 en Ljubljana. La victoria ante USA significó el primer campeonato del mundo para los plavi.

Pero para eso no valía cualquier jugador. El concepto correr y tirar exige jugadores muy buenos y completos, que sepan botar, pasar y -lógicamente- tirar muy bien. Fundamentos. Por eso Zeravica prefería jugadores jóvenes, libres de vicios, a los que podía enseñar sus ideas desde el principio. Entrenador autoritario y obsesivo hasta con los más pequeños detalles.

Mirko Novosel, entrenador del Cibona, representaba esa misma filosofía pero aún más extrema. Si Zeravica era run and gun, Novosel era gun and gun. Nada de sistemas, improvisación pura de los jugadores buscando el lanzamiento a canasta a la menor oportunidad. Este el dogma de fe de Novosel: el tiro. No era el clásico entrenador yugoslavo obsesionado con el juego, de hecho era de los que menos horas entrenaba, y seguramente el más permisivo con los "vicios", dentro y fuera de las canchas, de sus jugadores. Pero en el tiro era inflexible y sus entrenamientos consistían, precisamente, en tirar miles de veces.

Mirko Novosel. Fue ayudante de Zeravica en los juegos olímpicos de Moscú'80. Por supuesto, la medalla fue de oro.

La organización clásica de un equipo europeo en aquellos primeros ochenta era un base, dos aleros y dos pívots. La de un equipo yugoslavo clásico era -influencia de la gira- 100% americana: dos guards, dos forwards y un center. Novosel, siempre extremo, era capaz de jugar con tres guards, turnándose en la subida del balón, y dos aleros tiradores sin ningún problema, todos abiertos dejando espacio para el uno contra uno.

Estos fueron los dos equipos que chocaron en la final del curso 83/84. El premio no sólo era el título liguero: Drazen Petrovic sería el premio gordo para el ganador. La final, a tres partidos, se resolvió en el tercero con una canasta sobre la bocina de Mihovil Nakic (Cibona) sobre Slobodan Jankovic. Una canasta que valdrá mucho más que el título de liga.


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