martes, 20 de noviembre de 2012

La edad de oro (IV)

Una vocación es una vocación, y José Luis tenía una: vender. Pero no cursos ni videojuegos, sino objetos físicos. Así que aprovechando que el negocio iba viento en popa y que los ordenadores estaban de moda decidió retomar -y de paso, plantear la revancha- su proyecto de vender ordenadores. El problema es que todos los grandes tenían su distribuidor y todos se vendían como rosquillas: Sinclair, Apple, Commodore. Así que tenía que buscarse algo nuevo.

No era un problema excesivo ya que habían más fabricantes que botellines, y todos esperaban tener suerte e imponer su plataforma, sobre todo en Estados Unidos y Asia. Allí fue donde se fijó José Luis, ya que pensó que no sería mala idea traer algo exótico. Y en ese afán se puso a recorrer el mundo. En un feria en Hong Kong encontró lo que buscaba: Nada menos que el Spectravision Spectravideo. Este rimbombante nombre escondía en sus entrañas una vieja consola llamada ColecoVision, vieja pero con un amplio catálogo de juegos, incluyendo uno donde un gorila lanzaba barriles a una especie de fontanero para impedir que rescatara a su amada.


A José Luis el juego en cuestión le pareció una memez, pero no importaba. Lo que importaba era eso del amplio catálogo de juegos. Eso era lo que buscaba ya que, como aprendió por las malas, era lo que hacía que un ordenador se vendiera. Así que volvió de Asia con el Spectravideo de marras, que vendió en exclusiva en El Corte Inglés.

Sin embargo, Spectravision era un fabricante muy pequeño que no conseguía vender en su mercado, el americano, porque puestos a jugar los compradores preferían la consola original. Esto provocó que el volumen de producción fuera pequeño, lo que aumentó el precio de la máquina y aún más en el mercado español. Luego estaba el tema de los juegos: había que traerlos desde USA y Japón, lo que con aranceles y demás problemas burocráticos los hacía más caros que los que traía de Gran Bretaña y no era competitivos.

Pese a todo, las pocas unidades que trajo se acabaron vendiendo. En los primeros ochenta los ordenadores estaban de moda y todos, absolutamente todos, se vendía. Sí, con el tiempo la burbuja estallaría, y José Luis ya tenía esa intuición. Así que no pidió más unidades a Spectravision para España: no quería un ordenador que se vendiera sólo porque comprar ordenadores estaba de moda. No era una base sólida y sólo podía traer la ruina.

2 comentarios:

  1. Tenso.... esto es peor que un culebrón!!!! a ver cuando le pones más emoción y el tal José Luis se lía con alguna o algo similar, podría ser cruel y decirte lo que Homer: Me aburroooooo!!!!!

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  2. Totalmente en desacuerdo con Susi. Es una historia de amor en toda regla, y a tres bandas además. El tal José Luis se une en sagrado matrimonio a una señora a la que no ama y apenas conoce, "La Informática", todo ello para poder seguir compartiendo cama con su verdadero amor: "La Pecunia, -ae". Toda la narración, en los cinco capítulos, la veo llena de seducción amorosa en este sentido, de riñas, de celos, de cuernos, de reencuentro con la dulce y tierna amante...

    Me gusta muchísimo tanto el tema (precisamente porque no conocía nada) como el modo en que lo has escrito, cuyo porqué te podría explicar en detalle aunque sería tedioso hacerlo aquí.

    Haz como el logotipo de Johny Walker: "Keep walking!".

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