domingo, 13 de enero de 2013

El Partizan de Fuenlabrada (I)

A veces ocurren pequeños milagros. Insignificantes, incluso. Hasta dolorosos según desde donde se miren. Sí, fui parte perjudicada de este en particular. Pero milagros al fin y al cabo. Hace algo más de veinte años ocurrió uno, con una guerra brutal (¿cual no lo es?) de fondo en pleno corazón de Europa, ante la indiferencia de medio mundo.

El baloncesto era tan importante en la antigua Yugoslavia que ni la guerra pudo parar las competiciones. En plena guerra se disputó las primeras ligas nacionales croatas, eslovenas, serbias...y tres de sus clubes iban a disputar la primera edición de la Euroliga: dos croatas, Cibona y KK Split, y uno serbio, el Partizan de Belgrado.

El nombre oficial del KK Split era Slobdna Dalmacija, y era el vigente campeón de Europa. Antes de la guerra el equipo amarillo se había convertido en un azote divino para todos los equipos españoles -Barça...-, italianos, griegos...con más potencial ecónomico y que se gastaron verdaderas fortunas para destronar a los niños de Split. Sí, niños. Con una media de edad insultantemente baja y unos jugadores tirillas, especialmente Toni Kukoc, derrotaban una y otra vez a los en teoría mejores equipos de Europa. Practicaban un juego lento, contando los segundos, hasta que de repente explotaba una velocidad de ejecución en el cinco contra cinco que siempre definía la canasta justo al borde de la bocina de la posesión. Simplemente mataban los partidos como una máquina perfecta. Sretenovic era el base cerebral, que se la daba a Kukoc en el momento justo. Este, con un bote perfecto y un primer paso que parecía que su cuerpo se fuera a partir en dos iniciaba el principio del fin, culminando él mismo, aprovechando el espacio para Radja, sacando el balón fuera para Ivanovic o Perasovic...Eran imparables. No había en Europa un sólo equipo que pudiera defender o contrarrestar ese talento.

Bueno, sí había uno. El Partizan de Belgrado. Aunque su juego era muy diferente, contraataque y velocidad basado en el triángulo Djordjevic-Paspalj-Divac. Se convirtieron en el equipo más espectacular de Europa, una suerte de Lakers-showtime a la yugoslava. Pero como el resto de Europa, siempre acababan perdiendo contra los de Split, pese a ser siempre los favoritos. Los detalles extradeportivos -Vlade Divac se lesiona al saltar por la ventana del hotel...para irse de juerga- influyeron, pero la razón principal es que la Jugoplastika de Split jugaba a no dejar jugar. El propio Djordjevic lo explica muy bien: "Y nosotros hacíamos un juego espectacular, pim pam, y el público exclamaba Oooooh...Pero eso no ganaba a la Jugoplastika, porque contra ellos no podías correr. Ellos fueron los primeros que entendieron la importancia de la rapidez de ejecución de los movimientos en estático. Te hacían una jugada con cinco pases rapidísimos. Era una increíble diferencia".




Finalmente las liras acabaron con la Jugoplastika. Radja jugó en Roma antes de partir a la NBA. Kukoc fichó por la Benetton y terminó en los Bulls junto a Michael Jordan ganando tres anillos. Ivanovic y Perasovic jugarían en España, como también lo haría a temporadas Zoran Savic. Hasta el suplente de los suplentes, Petar Naumoski, jugaría en Turquía y se convertiría en uno de los mejores bases de Europa.

¿Y el Partizan? Divac se convertiría en una estrella en los Lakers al lado de Magic. Paspalj jugaría en Grecia muchos años batiendo récords de anotación. Pecarski probaría el mismo destino. Del equipo mágico sólo quedarían Djordjevic, el croata Ivo Nakic y Pedrag Danilovic. Pese a su juventud, un juego exterior temible. Por dentro, dos pívots con aspecto de leñador, muy trabajadores y voluntariosos, Slavisa Koprivica y Zoran Stevanovic. En el banco, una ristra de jugadores que no pasaban de los veinte años, donde destacaban Nikola Loncar y Zelko Rebraca. La media de edad del equipo, unos 22 años.

Y encima, sin entrenador. El director técnico del club, Dragan Kikanovic, no encontraba quién quisiera sentarse en el banquillo del primer equipo. En una Yugoslavia al borde de la guerra lo natural era irse. Llama al capitán, Zelko Obradovic, y le informa de la situación. Kikanovic no se puede creer lo que oye: Obradovic se ofrece a entrenar al primer equipo. Con muchas dudas, la directiva termina aceptando, ya que también significaba la retirada del jugador. La prensa se pone en su contra ¿como pueden darle a un ex jugador, por muy bueno que sea -y Obradovic lo era un rato largo- el banquillo del equipo más importante de Serbia?

Obradovic era un fijo en la selección yugoslava y renuncia a su convocatoria para disputar el europeo de Roma'91 con el fin de prepararse bien para entrenar al Partizan. Sasha Djordjevic ocupa su lugar en la Reprezentacija. Llegan fácilmente a la final con una exhibición insultante. Justo antes de la final, el escolta titular Jure Zdovc recibe una llamada donde se le recuerda su condición de esloveno, y de paso se le advierte que si juega la final con Yugoslavia se le consideraría un traidor y que su familia, que se encontraba en Eslovenia, sufriría las consecuencias. Llorando, Jure Zdovc abandona la concentración yugoslava. Djordjevic le abraza. Empieza el partido. Yugoslavia se burla de Italia. El último partido de Yugoslavia.


Empieza una guerra y termina un país.

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