viernes, 4 de mayo de 2012

Arijan Komazec (I)

Es interesante el concepto de plaga bíblica. Nunca lo ví reflejado con más exactitud que a finales de los ochenta en las canchas de baloncesto europeas. Tras muchos años de trabajo y una excelente gestión, el Barcelona se había convertido en uno de los mejores equipos de Europa. Concretamente, en el segundo mejor. Año tras año chocaban contra unos chavales que parecían los ejecutores divinos de la maldición. La lluvia de sapos y culebras duró tres años y acabó desmoralizando al Barcelona de tal forma que se pasó todo un lustro sin levantar cabeza a causa del trauma.

No hace falta que diga que ese equipo-plaga bíblica se llamaba Jugoplastika y, tras cambiar de patrocinador, Pop 84. Para defenderse de ellos los clubes europeos recurrieron a su mejor arma: el dinero. Y así, le quitaron a su, como dirían los americanos, jugador franqucia: Dino Radja. No funcionó. Ganaron.

Sólo la guerra pudo vencer al equipo de Split. Con la antigua Yugoslavia ardiendo en una guerra sin sentido, los equipos europeos se lanzaron como buitres hacia todos sus jugadores. No perdonaron ni uno.

Se podrían poner muchos ejemplos de la calidad de ese equipo. El especialista defensivo que tenían se llamaba Velimir Perasovic. Era un tirillas al que emparejaban con el mejor jugador exterior rival. Y pese a su falta de músculo, solía tener éxito. Pues ese tío, el que sacaban del banquillo cuando un jugador rival se ponía a meter triples -Epi tuvo pesadillas-, fue 5 veces máximo anotador de la ACB. Sí, el que era suplente en ese equipo.

No creo que exagere si digo que en aquellos años la liga yugoslava era la mejor de Europa. Basta echar un vistazo para ver los nombres que componían el equipo del eterno subcampeón, el Partizan de Belgrado: Alexander Djordjevic, Sasha Danilovic, Zarko Paspalj, Vlade Divac. Esos nombres formarían la base de lo que fue la selección serbia en los 90, la que ganó dos campeonatos del mundo. Pues esos, los que serían campeones del mundo, perdían año tras año contra la Jugoplastika de Split.

Era una liga corta para lo que se estila hoy, bueno, y en la época también, solamente doce equipos a doble vuelta. La filosofía era opuesta al cuantos más equipos mejor de las ligas occidentales -más equipos significan más partidos, lo que significa más taquilla y más derechos de TV-  y tiene su explicación en que los entrenadores eran escuchados por los federativos para decidir el formato. Eligieron una liga corta porque así, con menos partidos, podrían entrenar más y la saturación de los jugadores sería menor. Entrenar más significa jugadores con mejores fundamentos y mejor técnica. Y tenía el añadido que, al ser pocos equipos, la calidad de los jugadores se concentraría mejor, y en lugar de tener equipos con uno o dos jugadores realmente buenos -como pasaba en la mayoría de equipos europeos- tenían equipos con cinco o seis jugadores muy buenos.

El tema de los traspasos también era muy diferente. Todos los clubes daban prioridad a la cantera porque fichar a un buen jugador ya formado era casi imposible. Cuando un equipo quería fichar a un alguien se reunían federativos y entrenadores para estudiar la repercusión que ese traspaso iba a tener en la liga. Sólo si había una amplia mayoría a favor se procedía al traspaso. Y casi nunca se alcanzaba esa mayoría. Lo que se buscaba era que los equipos fueran buenos y con jugadores de calidad, pero no que un equipo aglutinara a la selección nacional -como pasaba, por ejemplo, en España entre el Barça y el Madrid-

Hay que decir que lograron su objetivo de una competición equilibrada. Solamente en los últimos años dos equipos pudieron ganar la competición de forma consecutiva: Cibona de Drazen Petrovic y la Jugoplastica de Toni Kukoc y Dino Radja. Y existía toda una jauría de equipos que en otras ligas habrían arrasado pero que en la competitiva liga yugoslava quedaban en mitad de tabla. Bosna Sarajevo, Estrella Roja de Belgrado, Zadar...precisamente de un jugador del Zadar vamos a hablar.


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