Pero quizás el personaje que más influyó en el futuro diseño de los
cohetes soviéticos fue Igor Vasilyevich Kurchatov. Éste no era un
ingeniero de cohetes, ni tiene nada que ver con este campo. Kurchatov
era físico y fue el padre de la bomba atómica soviética. Junto a a Yuri
Khariton, Yakov Zeldovich y Andrei Sakharov fue recluido en la ciudad de
Sarov, que desapareció literalmente de los mapas civiles y apareció en
los militares como Arzamas-75. Una muestra de la obsesión soviética por
el secreto: Ese 75 eran los kilómetros que separaban Sarov de la ciudad
de Arzamas, por lo que alguien consideró que daba demasiada información.
Así que rápidamente su nombre fue cambiado por Arzamas-16, considerado
más seguro ya que ese guarismo no significa nada.
La presión a la que estaban sometidos estos científicos era enorme.
Como muestra un botón: En una ocasión Beria se planto allí con un grupo
de científicos, y tras las presenteciones Kurchatov preguntó:
-¿Van a trabajar con nosotros, camarada?
-No, son los que os van a sustituir cuando os fusilemos, si no tenéis la bomba antes de que acabe el año.
Y todos sabían que Beria no bromeaba...
¿Y como encaja este hombre en la historia? En 1942 Stalin se enteró,
cortesía de su servicio de espionaje, de lo que estaban preparando los
americanos en Los Alamos. Desconfiado como era, supuso que ese arma
daría una gran ventaja estratégica a sus aliados después de la guerra y,
sobre todo, que la podrían usar contra la Rodina. Así que reaccionó
sacando el látigo y poniendo a trabajar en el asunto a sus mejores
físicos. Pero sobre todo, infestando Los Alamos de espías.
Alan Nunn May, Klaus Fuchs, Theodore Hall y el matrimonio Rosenberg
pasaron toda, pero toda, la información necesaria a los rusos para que
un 29 de agosto de 1949 estallara en Semipalatinsk la primera bomba
atómica soviética, copia exacta de la Fat Man que desintegró Nagasaki y
bautizada por los rusos como Primer Rayo y por los yankis como Joe-1.
El siguiente paso cuando tienes una bomba atómica es crear una forma
de transportarla a lo que quieres destruir. Los americanos resolvieron
ese problema con sus bombarderos: Miles de ellos al acecho a pocos
kilómetros de la frontera rusa. Stalin llegó a la conclusión que nunca
podría crear una flota que diera respuesta a los mismos, así que se
decidió por ordenar la construcción de un cohete que la llevara a Nueva
York tan ricamente. Y puso a trabajar en ello inmediatamente a todos los
residentes en Gorodomlya.
Korolev se frotaba las manos: La
bomba pesaba cuatro toneladas, por lo que el cohete sería gigantesco, de
una potencia inimaginable en 1949 y capaz de alcanzar la órbita
terrestre...Y mucho más.
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